martes, 28 de octubre de 2008

MIRO MI VIDA


"Mi vida es mía y no te la voy a dar,
arráncamela si puedes, pero tu trabajo te va a costar"
Miro para adentro
Me gusta mirar,
Mirar hacía el abismo
Y sin pensarlo saltar.

Saltar no me asusta
Lo que me asusta es no estar,
No estar a la altura
De lo que mi vida me da.

Si un reto aparece en el horizonte
Mi alma en el empeño he de dar,
Porque lo que me asusta no es saltar
Si no ignorar que tengo que saltar.

La vida es un gran salto
Con el que tratamos de llegar,
A tocar el cielo y volver
Volver rozando las nubes blancas,
Y los nubarrones esquivar.

Nubes blancas, nubes negras
Que como figuras de ajedrez,
La vida te va poniendo delante
Para que a tu estilo las juegues.

Cierto, que es un difícil reto
Cierto, que a veces te sientes solo,
Pero tu vida es sólo tuya
Y nadie la puede vivir por ti.

No la desperdicies, no la tires, ni la humilles
Trátala con cariño y delicadeza,
Como si el amor de tu vida fuera
Y ella, no lo dudes,
Te lo devolverá haciéndote sentir su grandeza.

viernes, 24 de octubre de 2008

LA AMISTAD


Si quiero sentir una amistad. ¿Quién me lo va a impedir?, mi amistad es mi sentimiento más hondo, mejor guardado y menos traicionado.

Si tu quieres quebrarlo, te va a costar, tendrás que retorcerlo, partirlo y hacerle sangrar hasta dejarlo seco.



La Amistad es una habilidad que se aprende y que está al alcance de todos, no es ningún contrato que encorsete nuestras relaciones sociales y nos obligue de por vida, es imposible imponerla porque es un espíritu libre.

Se debe cultivar día a día, aunque una vez arraigada sobrevive al tiempo, al espacio, a la crítica destructiva y a los insalvables desengaños propios de la condición humana.

Es objeto de envidias por quienes reconocen su valor pero se les niega el conseguirla, quizás por su mal entendido concepto de amistad.

Es altiva, como quien es sabedor de poseer el mayor tesoro del mundo y se siente orgulloso de ello; es algo que se disfruta sin necesidad de que esté presente el objeto de amistad, se disfruta recordando, contando a otros, sintiéndose correspondido.

Se muestra débil al principio e invulnerable después, como el vino que mejora con el tiempo. Es algo totalmente emocional, por lo cual se puede llegar a morir, y a la vez terapéutica en momentos de apuro o depresión.

En muchas ocasiones mal entendida, manipulada y mal practicada; en otras ocasiones sofocada por un excesivo sentimiento de posesión. Traicionada por intereses materiales por personas incapaces de entender su verdadero significado.

La amistad supera en ocasiones los lazos familiares, pues toda relación necesita del roce, del día a día; cuando la amistad es madura, todo se perdona, todo se licua y se racionaliza.

Hay algo más incongruente que dos amigos enfrentados entre ellos y a sus propios sentimientos, a sus propias emociones. La amistad se alimenta de la constancia emocional, aún pasando los años los amigos se reconocen, ese poso emocional perdura al tiempo y ese recuerdo mantiene viva esa amistad.

Insisto, la amistad es algo que se aprende, pero para aprender a ser amigo hay que practicar, y hay personas que por una u otra causa no lo practican.

Hay personas tímidas, retraídas, desconfiadas, excesivamente egoístas, solitarias, compulsivas con el trabajo, posesivas, inconstantes, interesadas y muchos otros rasgos que coartan el inicio y sobretodo el fortalecimiento de una amistad.

Posiblemente esas personas desconfiadas, egoístas, interesadas, posesivas, etc. Lo sean como resultado de sus experiencias pasadas. Por ello es conveniente reevaluar e ir poniendo al día esas experiencias que han dado como resultado ciertas creencias, actitudes y conductas posteriores, pues es posible que hayan quedado obsoletas y nos sean actualmente desadaptativas.

Puede ser que la relación con los demás no haya sido gratificante en el pasado, en la niñez o adolescencia y eso nos haya hecho ser desconfiados y suspicaces más tarde como medida defensiva, pero quizás en el momento presente y en las circunstancias actuales nos estemos dejando llevar por esa actitud y conducta aprendida y esta nos esté abocando sin darnos cuenta a una desadaptación social, laboral y/o personal.

O, al contrario, que nuestras experiencias pasadas hayan sido excesivamente condescendientes, protectoras y espléndidas, sin pedir nada a cambio y ello nos haga creer que toda la vida va a ser igual y que tenemos derecho a todo, a recibir continuamente y por consiguiente nuestra relación con los demás sea egoísta y posesiva.

Por ello es bueno ser flexible y estar siempre abierto al cambio y reevaluar nuestras experiencias y volver a reexperimentar y volver a actuar en consecuencia. La rigidez es mala consejera, nos lleva a seguir ciegamente los dogmas, las creencias, aunque a veces choquen con la realidad, con nuestros intereses.

La amistad, como cualquier otro tesoro de nuestra existencia: el amor, el cariño de los hijos, el respeto, la empatía, el respeto hacía uno mismo, hay que ganárselo con mucho esfuerzo y constancia durante toda la vida, pues son los únicos valores que nos harán sobrevivir al tiempo, ganar esa batalla por perdurar, por no morir. Sin embargo muchas personas toman otros caminos equivocados para conseguir ese fin.

Saber hacer amigos y conservarlos lo es todo, te enseñan todo lo que es necesario para desenvolverte en la vida, la lealtad, la comprensión, la seguridad, la confianza en ti mismo, la fortaleza, la constancia, la capacidad de dar sin esperar nada a cambio. Te hace desarrollarte y crecer personalmente, te fortalece interiormente y hace crecer tu autoestima, pues solo el que la posee sabe lo que tiene y se siente orgulloso de sí mismo por ello.

miércoles, 15 de octubre de 2008

METAFORICAMENTE HABLANDO "EL CUARTO OSCURO"





Soledad engañosa, oscura soledad, que cuando más acompañado crees que estás, más solo por dentro te encuentras. Solo y vacío hasta retorcerte de dolor, sin saber que es dolor lo que sientes, dolor por tu inmensa soledad, eso es lo que sientes.



Tengo un cuarto oscuro que oscurece mi vida, que hace mi vida más cutre y ensombrece mi pensamiento, maniata a mis neuronas y provoca que estas se acomoden, se acansinen, se amodorren y se infecten de ese virus putrefacto que es la monotonía, el dármelo todo hecho.

Ese cuarto oscuro debería mantenerse siempre oscuro, pero no, a veces se convierte en cuatro, en cinco, en seis, en tres, Sin contar con las consabidas uno y dos, o primera y segunda, al servicio del mandón de turno. Y estos nefastos dígitos o guarismos, se convierten en basura que abocamos encima de las jóvenes e inmaduras neuronas filiales sin la más mínima inquietud o asomo de remordimiento, prueba de que ese cuarto oscuro nos ciega por dentro, nos ciega en las entrañas, en los estómagos, en los corazones, en las morales, en las conciencias.

Es un incordio que se instala en nuestra casa, entre nosotros, y nos desmiembra, nos descuartiza y hasta nos desmenuza sin piedad. Se inmiscuye en nuestras conversaciones y provoca polémicas disputas. Es un asco.

Majestuosamente presente en el centro de nuestra más íntima intimidad, el cuarto oscuro está incómodamente presente en cada uno de los momentos importantes de nuestra vida, recordándonos nuestro carácter caduco y su desprecio por la vida, su poco interés por ella, como un reflejo oscuro de la realidad.

Su vida oscura, deja de serlo para vomitar un retrato irreal, sin sentido, una colección de imágenes impersonales, de hechos vacíos, de momentos rotos, de tiras de peligrosas mentiras que aún así, provocan bocas abiertas, ojos ensangrentados, caras de esas, falta de sueño, y de vez en cuando, lluvia en los ojos, pellizcos en el corazón, bullir de neuronas, carcajadas y colosales e inesperadas erecciones.

Soledad engañosa, oscura soledad, que cuando más acompañado crees que estás, más solo por dentro te encuentras. Solo y vacio hasta retorcerte de dolor, sin saber que es dolor lo que sientes, dolor por tu inmensa soledad, eso es lo que sientes.

Solo en el cuarto oscuro, solo en medio de la nada. Aunque te cuenten que existes, estas muerto, todos están muertos y luego reviven y vuelven a morir. Viven de ello, de vivir, morir y volver a vivir en una próxima película, película de vida y vida de película, o sea, de mentira. Porque en el cuarto oscuro nada es realidad, todo es ficción, hasta lo que cuentan está adornado, adulterado. En ese cuarto oscuro se vive con los ojos cerrados, ciego, sin imaginación, sin vida propia.

Cuando la habitación está completamente a oscuras es cuando mejor me siento. Esa ausencia total de luz me inyecta paz. Que difícil es conseguirse un chute de paz en estos tiempos, de esa paz y tranquilidad que te invade hasta los huesos, de esa mansedumbre en la sangre, de esas carnes quietas, blandas, relajadas y de esas malas ideas ausentes.

Así de distendido y laxo me siento cuando la habitación oscura y superflua está muy oscura y muda, como muerta, cuando sólo es un mueble, lo que siempre debería haber sido.

¿Entonces, porqué esta inquietud por dentro, porqué este desasosiego, porqué esta necesidad, este impulso, de entrar de nuevo en el cuarto oscuro?

El cuarto oscuro llega a poseerte, a raptarte y no sólo tu cuerpo físico, sino también tu mente: tu imaginación, tu inteligencia, tu juicio, tu voluntad.

Te absorbe, hasta el punto de que obnubila tu mente llegando a hacerte creer que sientes afecto por él, que le necesitas, te sientes oscuro y necesitas de esa negra oscuridad para vivir. Como un autómata sin iniciativa, te sientas pasivamente delante de la negrura y en tu mente predominan las tinieblas .Tu Vida se oscurece, tus proyectos se apagan, el luto envuelve tu existencia y no encuentras el momento, ni la ocasión para escapar de ese cuarto oscuro, aún encontrándote la puerta abierta, y sintiendo afuera la luz.

Es el síndrome de Estocolmo el que te arrastra implacable hacía tu propio verdugo oscuro, donde esa misma caja oscura que te tiene atrapado, poseído, y secuestrado, a la vez te atrae y te apasiona.

Pero el que todo el mundo se deje engañar, el que esté de moda o que esa caja actué como una droga, no me forzará a declinar en mis obligaciones. No voy a consentir que el cuarto oscuro envuelva a mi familia, a mis hijos y los convierta en simples muñecos ciegos ante la oscuridad, robots extraviados en la habitación, perdidos en su engañoso universo del cual no pueden ni quieren salir, aturdidos por su continua ráfaga de imágenes, bombardeados por sus mensajes facilones, eclipsados por su falso encanto, y ensimismados y vacíos, como embobados ante la caja negra.

Lucharé, lucharé con la mirada, con la palabra, con todo mi poder de convicción, aunque sé que no es nada fácil, que si yo poseo buenas armas de convicción, estas no valen nada ante la nada, la oscuridad, las sombras. El cuarto utiliza grandes trucos, frases hechas tremendamente elocuentes, colorido, caras famosas, mensajes subliminales, engaños sublimes que desbordarán mis recursos.

Estoy perdido.

Bueno, no del todo. Yo aún tengo un último y radical recurso, táctica que me avergonzaría tener que utilizar, pero que si no hay otro remedio utilizaré. Puedo desenchufar la oscuridad, interrumpir la corriente continua de heces y desconectar por la fuerza ese maldito poder de seducción.

martes, 14 de octubre de 2008

MENTES CRIMINALES


Estoy muy cabreado, y a la vez muy angustiado por el giro que está tomando la televisión.

Si hay algo en televisión que merece la pena, según mi opinión, son algunas series, que o bien, te hacen reir, o bien, te hacen pensar. Ademas de los documentales.

Y si hay una serie que me apasiona, por su estilo, realismo, y porque hace que mis neuronas modifiquen mi estructura cerebral una y otra vez y se activen o superactiven continuamente, unas veces por miedo, otras por tener que razonar, o sea, hacer un esfuerzo de razonamiento, por tensión, suspense, o de puro asco con algunas imagenes, esa serie es MENTES CRIMINALES.

Y que den por finalizada la serie, sin más, porque toca ver a los chicos de GRAN HERMANO, me saca de mis casillas, me frustra y me deprime.

La puta audiencia.

Me caracterizo por respetar a todo el mundo, persona, ser, o cosa, pero me niego a hacerlo con esa audiencia cotilla.

Lo siento.

martes, 7 de octubre de 2008

EN MI LOCURA


Cuando entré en mi mismo,
Salí del mundo en que habitaba,
Pues ese mundo no me mostraba,
Lo que cuando entré en mi mismo vi.

A veces se vomitan las entrañas,
Y eso nos sobrecoge tanto que le cogemos miedo a vomitar,
Pues lo que vemos, nos es más desagradable aún,
Y nos produce tanto asco,
Como el vomito de otro nos produce al mirar.

Aún así, esa es la realidad y así habita por dentro,
Y por mucho aserrín que le echemos,
No lograremos taparlo,
Si no aceptamos primero que nos estamos pudriendo.

Volvamos a vomitar,
Y esta vez abrazándola con fuerza,
Reconozcámosla como nuestra,
Y dispongámonos a limpiar.

lunes, 6 de octubre de 2008

LA FELICIDAD


En este preciso momento, soy el hombre
más feliz del mundo: me encuentro en el
porche de mi casa oyendo la lluvia caer
y disfrutando de ese olor a ozono que
se desprende al abrazarse la lluvia y la
tierra, de un magnifico día gris oscuro,
leyendo plácidamente un libro que quizás
no pueda terminar y esperando que amanezca
un nuevo día que me llevará a un aséptico,
relucido, flamante e impersonal quirófano a
someterme a una operación a vida o muerte de un
tumor en el cerebro, de la cual no sé si saldré con vida.



Aristóteles dijo, entre otras muchas cosas, y siempre muy acertadamente: “La felicidad depende de uno mismo”.

Y es cierto, si uno desea ser feliz debe de ponerse manos a la obra. Y quizás eso supondrá un cambio de vida, de costumbres, un cambio en nuestro proyecto de vida, o sea, adecuar ese proyecto de vida a nuestros intereses, intereses estos que subjetivamente nos acerquen a nuestra idea de felicidad.

Pero no sólo con eso vale, nunca podremos ser felices si a la vez no lo son los que se encuentran a nuestro alrededor.

¿Cómo se puede ser feliz si nuestros hijos, pareja, padres, etc. son infelices, y lo sabemos?, ellos nos impelerán a sufrir y a ayudarles en lo posible. Y esto, inexorablemente reducirá nuestra sensación de felicidad y hará fracasar nuestro objetivo de obtener ese estatus que anhelamos de felicidad.

El problema es que la red de implicados se va ampliando, porque nuestros seres más queridos a su vez tienen otros allegados, que a su vez tendrá problemas que les harán infelices. Y así sucesivamente; al parecer, el asunto de la felicidad se va complicando cada vez más.

Además hay personas que se empeñan en ver problemas donde no los hay, complicando así aún más la felicidad propia y la de sus seres queridos.

Los humanos venimos al mundo equipados para anticipar consecuencias negativas de nuestro entorno, para nosotros o nuestros seres queridos, como mecanismo de defensa, y esto que en principio es positivo, puede llegar a complicarnos. Esto hace que seamos por naturaleza cautos y desconfiados y que tendamos a preocuparnos cuando percibimos en el entorno cualquier posible atisbo de amenaza. Pero de eso, a estar siempre preocupados por todo, hay una importante diferencia que condicionará sin lugar a dudas nuestra felicidad. Que el mínimo cambio o el más ínfimo atisbo de amenaza nos ponga en guardia y nos mantenga en alerta con la consiguiente activación del sistema nervioso autónomo, eso es claramente excesivo. Hablamos de las problemáticas anticipaciones negativas, que tanto daño pueden llegar a hacernos.

Parece ser que la felicidad depende de uno mismo, tal como decía Aristóteles, pero a su vez es algo difícil de conseguir si la queremos ver, tocar o la hacemos depender del tener, poseer, aquí y ahora. Esa felicidad no existe; la verdadera felicidad es una percepción, depende de cómo percibamos nosotros la realidad, de cómo la interpretemos. Esto, facilita el que un niño del Sahara pueda ser feliz con una simple botella de agua y nos ayuda a comprender el porqué una persona que aparentemente lo tiene todo, grandes riquezas, cómodas y lujosas casas, coches potentes y finas y elegantes ropas y joyas, sea y admita ser absolutamente infeliz.

Y en cierto modo es justo que sea así, si la felicidad dependiera de las posesiones, nadie sería feliz porque nadie lo puede tener todo. La felicidad debemos buscarla cada uno seguramente en nuestro interior.

miércoles, 1 de octubre de 2008

MI TIEMPO VIVIDO


Como podéis ver, continúo atrapado en los enigmas del tiempo en mis reflexiones, es cierto que he logrado desengancharme por el momento del tormento de la muerte.
Que especie de imán poseen estos temas (el tiempo, la muerte,…) que nos hacen recaer una y otra vez en su inquietante existencia. Que maligno atractivo los envuelve que aun importunándonos, a la vez nos atraen.



¿Como podría estirar el tiempo? , acomodarlo a las necesidades cotidianas, ajustarlo como una falda o un pantalón vaquero. Que voy de boda, pues un pantalón guapo de pinza, ancho, holgado, con sus bolsillos desahogados y su cinturón. Que voy de excursión al monte, pues echo mano del pantalón vaquero, desgastado, ceñido y roto.

Que sencillo es cuando se trata de algo tangible, visible, finito y que complicado cuando se trata de algo móvil, inestable, incontestable, implacable, inexorable e irremediablemente despiadado como el paso del tiempo.

Sería feliz parando el tiempo justo en aquellos momentos en que el tiempo no mereciera la pena, en aquellos momentos en que me aburro, que me siento presionado, asustado, desilusionado, agobiado, molesto, inquieto, perdido, amenazado, examinado, suspendido, durmiendo, sesteando, o simplemente, embobado. Pararía el tiempo, para poder tomar una decisión importante sin prisas, cuando me encontrase sólo, triste y desamparado, sobretodo cuando estuviera muy deprimido, o cuando rezara e incluso cuando estuviera cagando.

Al final mi tiempo vivido se estiraría como un elástico, aunque siempre tendría un final, no pretendo ser eterno e infinito, eso sería más aburrido aún. Pero si podría gestionar mi tiempo a mi manera. Quizás haya quien prefiera esos momentos de soledad, tristeza o de agobio e inquietud. Ó ¿porqué no? esos momentos, “Cagando mientras estoy triste, solo y agobiado por el aburrimiento de estar estreñido”.

Esto plantearía situaciones insólitas como que dos personas nacidas en el mismo día y el mismo año pudieran tener distinto tiempo experimentado, no me atrevo a decir en la frase anterior las palabras, la misma edad o tiempo de vida. Pero en cierto modo podría ser incluso lógico, cada cual tiene derecho a gestionar su existencia de la forma que quiera y de acuerdo a sus expectativas de vida, sus gustos y sus costumbres, sus intereses, sus miedos, o sus preferencias. Eso sí, las parejas, los matrimonios, si deberían de aclarar lo antes posibles estas variables, para poder adaptar lo más posible sus relojes biológicos y de pulsera el uno al otro.

Aunque la realidad es que esto sólo es un bonito sueño pero poco realista. El tiempo no se puede estirar físicamente, aunque si se puede tener la vivencia de que el tiempo que ha pasado ha sido más corto o más largo, que un momento en que estamos a gusto se nos antoje corto y otro en que nos encontramos a disgusto se nos haga eterno, e incluso a veces al contrario, pero esto es sólo a nivel experiencial. A este mismo nivel, de nuestra experiencia, no tangible, si es posible que una persona al final de sus días sienta que su vida ha sido larga y plena y otra persona distinta, que esta, en su caso, ha sido corta y vacía.

Pero la realidad es que el tiempo pasa inexorablemente, segundo a segundo, y minuto a minuto u hora. Y minuto que pasa ya no vuelve y esto es lo que nos desespera, lo que nos asusta e inquieta. Y eso es lo que ha asustado e inquietado siempre a la humanidad desde que el hombre es consciente del carácter caduco de su existencia y del carácter, digamos, como mínimo muy dudoso, por las continuas contradicciones existentes, de la otra vida pregonada por algunas o por casi todas las religiones. De ser esto cierto y seguro, el tiempo se mediría, o mejor dicho, se viviría ó vivenciaría de otra manera.

Aunque yo siempre he intentado dar a esto una explicación, o verlo desde un punto de vista, que de alguna forma me causara el menor malestar posible, aceptando ya su ineludible e infalible acontecer. Y es la siguiente: Cuando en la vida ocurren desgracias, enfermedades propias o de algún ser querido; cuando el trabajo nos plantea problemas o bien periódicos, estacionales o circunstanciales; cuando nos encontramos presionados, amenazados o nos sentimos desdichados, a parte de llevar a cabo las actuaciones necesarias para solucionar la situación, te puede consolar mucho el pensar que el tiempo no se para, que no siempre durará ese mal momento y que dentro de unos minutos, de una o unas horas, o dentro de una semana ese momento, ese problema, esa situación habrá pasado y todo lo veremos de otra manera. Como bien decían nuestros antecesores y todavía se dice: “no hay mal que cien años dure”.

En este sentido, la horrible singularidad del tiempo, corre en nuestro socorro a modo de elixir que suaviza nuestro dolor, nuestra desesperación o nuestras desdichas. Y por la misma regla de tres, cuando estamos disfrutando de un buen momento, continuamente tememos que éste pase y el devenir nos traiga nuevos males e infortunios, con lo que el tiempo en estos momentos parece que pasa mucho más deprisa.