miércoles, 19 de septiembre de 2012

MIRADAS




                                                 

No hay nada más impactante que una mirada vacía,  una mirada muda, inexpresiva y seca. Esa mirada profunda, pero no hacía el exterior, no esa mirada que profundiza en aquel en quien se posa. Si no, esa mirada profunda hacía su mismo interior, hueca y desnuda, como una cueva oscura y solitaria donde sólo habita el eco que choca de una pared en otra hasta perderse.
Es una mirada que no expresa emoción alguna, ni alegría, ni tristeza, tampoco odio, ni siquiera miedo o sorpresa, es una mirada ida, pero sin saber a donde, seguramente de otro mundo, pero no se sabe de cual, y posiblemente nunca se sepa.
Sin embargo, un día tuvo una mirada y su mirada estaba llena de luz, una mirada radiante,  que irradiaba vida, una mirada pletorita de emociones, una mirada que se podía leer fácilmente y en ella se leía que tenía ilusiones, proyectos, que era feliz, que su corazón estaba entero y su alma pálida, que no temía al futuro y que se sentía acompañado.
Su mirada era capaz de expresar mil emociones diferentes,  que brotaban de ella sin el menor esfuerzo y volaban como palomas mensajeras hacía otras miradas receptoras que leían  el mensaje y contestaban.
Era una mirada profunda, capaz de leer y ser leída, poderosa herramienta de comunicación de un lenguaje universal que no diferencia entre bebes o ancianos, pobres o ricos, entre fronteras, pero que a veces se pierde cuando la mente se quiebra y nubla el entendimiento hasta llegar a perderse allí donde los dos caminos se cruzan, en tierra de nadie, por ahora....

viernes, 7 de septiembre de 2012

INSOPORTABLES PERFECCIONISTAS




                                                                             


“JAMÁS ENTENDERÉ PORQUE ESTE ESFUERZO OBSESIVO EN ESTRECHAR MIS CADENAS”




Hay ciertas situaciones que nos plantea la vida en las cuales es necesario poner todo el empeño, e incluso desafiar las leyes de la lógica, insistiendo en el reto de  conseguir un objetivo más allá de lo que la razón nos plantea como probable, e incluso como posible. Hay que llegar hasta el final. Igual que hay situaciones que requieren una ejecución y terminación difícil de superar, casi rozando la perfección. Pero sólo nos referimos a ciertos momentos en que la vida nos sitúa ante esta tesitura en la que es necesario dar lo mejor de uno mismo y buscar una y otra vez, incluso de forma obsesiva, si es necesario,  la mejor solución y la forma más correcta posible. 
Pero la cosa se complica cuando, por exceso, queremos hacer de toda ejecución por pequeña  y cotidiana que sea una obra de arte.

Pues bien, esta es la realidad, tremenda y frustrante realidad de los perfeccionistas. Situación que les aboca a un continuo temor a equivocarse, a un desengaño tras otro y a vivir en una continua sensación de inseguridad o un interminable examen  en el que siempre nos lo jugamos todo, el respeto de padres, maestros, jefes, etc. y sobre todo nuestro propio respeto.

La persona perfeccionista necesita la aprobación de los demás, sin ella se siente pequeño y para conseguirla se exige al máximo en cada ejecución.

Es una persona auto-exigente y auto-crítica, pero también, en su obsesión, suele ser muy exigente para todos los que están a su alrededor, hijos, compañeros de trabajo, compañeros sentimentales. Quizá la situación más sofocantes se de en el hogar, con la propia familia, donde todos de forma impotente sufren y aguantan como pueden las manías perfeccionistas de estas personas. Y no sólo eso, sino que la continua frustración, inseguridad, temor a fallar y la incapacidad de sentirse completamente complacido con sus ejecuciones le tienen continuamente irritado, molesto y en tensión. Lo cual pagan los que están a su alrededor.

He conocido a personas perfeccionistas tan bloqueados, que nunca terminaban nada de lo que empezaban por el miedo a no hacerlo perfecto y aunque no eran conscientes de su conducta de evitación, esta, si les producía, la mayor parte de las veces, el sentirse mal por su dejadez, su vagancia e incompetencia, sintiéndose muy mal por ello y pudiéndose complicar con síntomas depresivos producto del impacto que esa visión que tienen de ellos mismos les produce, de sus pensamientos negativos de incompetencia y desvalorización y de sus creencias magnificadas y distorsionadas de lo que los demás pensarán de él. Su mundo se le viene abajo.

Normalmente el perfeccionista no suele reconocer que tiene un problema, sino que se suele defender diciendo que no hay nada malo en querer hacer las cosas bien. Hacen ver a todo el mundo que eso que le reprochamos no es un defecto, sino una virtud y los demás deberían aprender de él. Es incapaz de darse cuenta que una virtud si se lleva al extremo se convierte en un defecto. Todos los extremos, tanto por defecto como por exceso son inadaptativos y ello es lo que hace que el perfeccionista choque y tenga problemas en prácticamente todos los ámbitos de su vida, pero él sigue ciego en su obsesión.

 No se le debe dar  la razón, sino hacerle ver su error, demostrarle que se puede hacer más rápido y hacerlo bien, que se puede ser más eficaz y aumentar su rendimiento y que no hace falta ser perfecto para que te admiren o te quieran. Al igual que hay que abrirle los ojos para que sea conciente del malestar  que causa a familiares y amigos con sus exigencias y mal humor y que compruebe que en realidad no se relaja ni deja a nadie relajarse ni siquiera en vacaciones o momentos de ocio.

Debemos, a pesar de que le moleste y se irrite, hacerle consciente todo aquello que  omite sobre su comportamiento, hacerle ver su rigidez y extremismo y el sufrimiento y tensión que ello le causa. En definitiva hacerle consciente del problema. No es fácil porque puede que forme parte de su personalidad desde hace ya tiempo, pero se puede cambiar. Eso si, es necesario que sea consciente de ello, que lo acepte y vea la necesidad de un cambio para después poco a poco y gradualmente ir cambiando esa pauta de comportamiento perfeccionista por otras más adecuadas, aguantando la ansiedad, inseguridad y dudas que ello le acarree,  aprendiendo a utilizar técnicas de control de la ansiedad que le ayuden y con el apoyo de la familia si la hay. Todos se lo agradecerán y no olvidemos que estos comportamientos son aprendidos y adoptados por los hijos que en un futuro pueden llegar a ser insoportables perfeccionistas.