jueves, 17 de enero de 2013

UNA EPOCA DIFICIL





Sentir dolor..... no es nada, es efímero y pasa. Ser dolor........ es infinitamente peor, pues se queda contigo.


                                                         
Es cierto que hay una época en que los niños son especialmente críticos, crueles y poco empáticos con sus iguales, o sea, con otros niños. Una primera, en que dicha crueldad es casi inconsciente, automática, ingenua y más producto del momento y la situación, y sobre todo,  más generalizada, en cuanto a las víctimas de dicha crueldad, menos focalizada en unas personas o niños en particular. Supongo que así es más llevadera.

Pero existe otra época a continuación, que podríamos determinar de los 10 a los 15 ó 16 años, en la que esa crueldad está ya mas influenciada por estereotipos culturales adquiridos en la televisión, sobretodo en lo que se refiere a pautas de hombre duro, frío y sin sentimientos, que se van incorporando gradualmente a nuestro repertorio  de conducta y que más tarde las ponemos a prueba y las exhibimos en la calle con nuestro grupo de amistades, cuando más espectadores hay, y con una víctima propiciatoria, que siempre existen en todos los grupos que se precien. Y ahora, la crueldad ya no es generalizada, ahora se centraliza en una o dos personas que sistemáticamente van siendo martirizadas, casi a diario, ante la mirada cómplice de unos y la sonrisa burlona de otros.

Existe una legión de personas en el mundo que han sido víctimas de la crueldad, la burla, el desaire, el desprecio y el rechazo, por parte de los que en esa época eran para él lo más importante de su vida, por encima de sus padres y familia, los amigos. Posiblemente el soporte más importante que pone las bases a una futura buena autoestima. Hay que tener en cuenta que la autoestima es como si dijéramos la consecuencia del autoconcepto, del concepto que tenemos de nosotros mismos y éste concepto de nosotros mismos se destila de la experiencia, de nuestras experiencias en las relaciones con los amigos, entre otras, y del concepto que creemos que los demás tienen de nosotros: si somos respetados, valorados, tenidos en cuenta, si cuenta nuestra opinión dentro del grupo, si somos escuchados, si se nos echa en falta o se nos ríen las gracias. Todo ello es muy importante a esa edad, más de lo que nos pensamos. Y eso es lo que le ha faltado a esa legión de personas huérfanas de amigos, de afecto y de comprensión, víctimas de esa crueldad temporal.
Pero lo que yo me pregunto, sobre todo, es,  qué es de ellos después, de los 18 años en adelante, de adultos. Que tipo de adultos son...
Pensemos sobre ello. Están los que al principio de la situación no pueden aguantarla y huyen, dan una conducta de evitación y se refugian en otras actividades, casi seguro que en solitario y de forma obsesiva, como queriendo refugiarse en esa actividad y olvidar.

También están los que a pesar de pasarlo mal, insisten una y otra vez, incapaces de coger el camino de la soledad, pues son personas muy sociables, quizás dependientes, pero no pueden darse en retirada, necesitan del grupo, de los amigos; estos, para él, son lo mas importante, algo a lo que no están dispuestos a renunciar y para ello aguantarán lo que sea necesario. Estos lo suelen pasar mal, esa etapa se convierte en un calvario plagado de rechazos, insultos, burlas, desprecios, golpes y bromas de mal gusto.  En definitiva lo que se podría llamar maltrato  físico y psicológico en toda regla.

Y de este segundo grupo, por fin, estarían los que esta situación sostenida, más tarde, le deja secuelas a  nivel psicológico que no llegan a superar, ni olvidar, condicionando toda su vida y marcando un antes y un después en sus relaciones sociales.
 Esos recuerdos y esas experiencias están siempre presentes, siempre son tenidas en cuenta e inundan su vida y sus relaciones sociales de miedo, de indefensión y de sensación de vulnerabilidad que es difícil de superar, creando en la mayoría de las veces una rabia contenida y un enfermizo deseo de venganza.

Pero hay otros que llegan a superarlo, que son los menos. Que aguantan estoicamente esa etapa, se lamen después las heridas durante un tiempo y vuelven como si nada hubiera pasado. Y si pensamos que la procesión va por dentro, sinceramente, muy buenos actores deben ser para disimularlo tan bien.

Más bien, pienso que es una virtud, una capacidad admirable para superar traumas, derivada sin duda de recursos cognitivos personales que filtran la experiencia quedándose con lo positivo y que caracterizan una forma de interpretar esa realidad de forma diferente a los otros, mucho más positiva y adaptativa, que continua, aún habiendo acabado la etapa de estrés, como método de curar y cerrar heridas emocionales.

Pues bien, a toda esa legión de tímidos, gordos,feos, empollones y maltratados en general, les animo a luchar por su sitio en el grupo, a no dar conductas de evitación que lo único que consiguen es mantener y eternizar el problema y si no hay otra opción, a lamerse las heridas para que cicatricen lo antes posible.
Y, en último caso, les recomiendo  acudir cuanto antes a un Psicólogo.


Y por ultimo, a los que han logrado sobrevivir y superarse, mi más sincera admiración y respeto.