Mar profundo, mar adentro, que cuanto más adentro llego menos te conozco y más te quiero. Surcar tu superficie y acariciar tu enorme cola es lo que añoro y bajar a tus abismos deseo a la vez que recelo.
Gran respeto me mereces, gran alivio me proporcionas, cuando estoy a tu lado y todo funciona. Deseo perderme en el mar, mar de emociones contenidas, mar de sensaciones a flor de piel, mar de vida, y habitar en tus entrañas hasta que una ola me devuelva a la orilla.
Mar, tu nombre me seduce, tu fuerza me apasiona, tu inmensa corona de movedizas olas me relajan y tu color, tu color me eleva a los cielos, me expande en el firmamento y como lluvia de plata me deja caer sobre tu blando colchón de espuma y escarcha. Y allí, descanso mirando al cielo, adormilado por el balanceo de las olas y seguro y protegido por tus colosales brazos, brazos fuertes y seguros, brazos largos y poderosos, sensibles y protectores. Costa blanca, costa brava, costa cálida.
El mar evoca en mi pensamientos perdidos en mi memoria, recuerdos de antaño, de niño, cuando mi excitación al contemplarte era aún mayor, casi conmovedora, pero siempre acogedora.
Mar brava ó mar serena, pero siempre valiendo la pena, bailar contigo de nuevo y dejarse llevar abrazado a tu cintura recorriendo la extraordinaria grandeza de tus profundidades olvidándonos del tiempo, dejándonos llevar allí donde tu alma descansa, donde tu marea nos lleve.
Quien fuera barco velero para con gracia y elegancia posarse en tu cuerpo ligero y fundirse en un abrazo por toda la eternidad, recorrer por tu piel los caminos ocultos y los senderos que transitan tu manto de espuma, oler tu semblante y tragar el sabor salado de tu cuerpo.
Quien no ha jugado saltando sobre sus olas, forzando un choque desigual que termina en revolcón y trago de agua. Quien no ha buceado buscando un final que nunca llega y que se pierde en el infinito. Quien no ha descansado tendido en su orilla sintiendo su fuerza que arrastra hacía adentro con ansia.
El mar, a todos nos seduce la primera vez que lo vemos y nos envuelve tal emoción de la que ya no logramos deshacernos jamás. Esa primera vez siempre nos acompañará y en nuestra mente compartirá un huequecito que irá creciendo con nosotros a lo largo del tiempo hasta anidar para siempre en ella.
Gran respeto me mereces, gran alivio me proporcionas, cuando estoy a tu lado y todo funciona. Deseo perderme en el mar, mar de emociones contenidas, mar de sensaciones a flor de piel, mar de vida, y habitar en tus entrañas hasta que una ola me devuelva a la orilla.
Mar, tu nombre me seduce, tu fuerza me apasiona, tu inmensa corona de movedizas olas me relajan y tu color, tu color me eleva a los cielos, me expande en el firmamento y como lluvia de plata me deja caer sobre tu blando colchón de espuma y escarcha. Y allí, descanso mirando al cielo, adormilado por el balanceo de las olas y seguro y protegido por tus colosales brazos, brazos fuertes y seguros, brazos largos y poderosos, sensibles y protectores. Costa blanca, costa brava, costa cálida.
El mar evoca en mi pensamientos perdidos en mi memoria, recuerdos de antaño, de niño, cuando mi excitación al contemplarte era aún mayor, casi conmovedora, pero siempre acogedora.
Mar brava ó mar serena, pero siempre valiendo la pena, bailar contigo de nuevo y dejarse llevar abrazado a tu cintura recorriendo la extraordinaria grandeza de tus profundidades olvidándonos del tiempo, dejándonos llevar allí donde tu alma descansa, donde tu marea nos lleve.
Quien fuera barco velero para con gracia y elegancia posarse en tu cuerpo ligero y fundirse en un abrazo por toda la eternidad, recorrer por tu piel los caminos ocultos y los senderos que transitan tu manto de espuma, oler tu semblante y tragar el sabor salado de tu cuerpo.
Quien no ha jugado saltando sobre sus olas, forzando un choque desigual que termina en revolcón y trago de agua. Quien no ha buceado buscando un final que nunca llega y que se pierde en el infinito. Quien no ha descansado tendido en su orilla sintiendo su fuerza que arrastra hacía adentro con ansia.
El mar, a todos nos seduce la primera vez que lo vemos y nos envuelve tal emoción de la que ya no logramos deshacernos jamás. Esa primera vez siempre nos acompañará y en nuestra mente compartirá un huequecito que irá creciendo con nosotros a lo largo del tiempo hasta anidar para siempre en ella.