A veces la soledad me recuerda al sol, sol que no puedes mirar de frente, de tu a tu, porque si lo haces, te quemas. Debes mirar de soslayo, como el que quiere estar solo, pero no en la más absoluta soledad.
Como aquel que se dispone a tomar el sol, pero se protege de una insolación. Porque lo peor no es la soledad, sino el eco de mi propia soledad, cuando esa soledad se asoma a mis adentros y martillea con fuerza mis tímpanos, cuando la palabra solo se me clava como un dardo en el alma y la envenena haciendo que se pudra poco a poco.
Porque una insolación de soledad no es buena, se nos encoge el alma, se nos enrojece la piel y llora, llora amargamente por los poros. Los poros se abren dejando escapar la soledad a chorros.
Y cuando uno llora tanto es porque se siente muy solo, pero solo de verdad, solo de insolación, de tomar el sol con rabia, de rabiar de pura insolación.
Lo bueno sería que uno eligiera sus momentos de insolación, porque así debería de ser, así la insolación duele menos, es una insolación elegida, deseada, tal vez añorada.
¿Porqué no?
A quién no le ha apetecido, a veces, mirar al sol a la cara y con la cara enrojecida, los ojos inundados de lágrimas y el corazón roto, gritarle, ¡ aquí estoy, a solas ante el sol! Y no le tengo miedo, pues cuanto más miedo le demuestro, más solo me siento. Así el sol parece que quema menos, nos duele menos cuando lo aceptamos y elegimos quedarnos a solas con él, incluso cuando es de noche.
Porque aunque nos parezca extraño, el sol nos agobia más de noche que de día.
Cuando la luz se apaga y nos quedamos a solas con el sol, entonces es cuando más echamos de menos alguien que nos consuele, nos de cobijo, que nos anime y nos saque de esa enorme soledad, de nuestra inmensa insolación.
Porque la almohada es mala compañera de la soledad, la almohada traidora nos deja descansar la cabeza por fuera, por eso se llama cabecera, sin embargo por dentro nos desata una tormenta, tormenta interior que nos inquieta, y nos altera, altera nuestra mente, nuestro corazón y nuestra conciencia. Y en la soledad todo se magnifica, todo se exagera. Un pequeño problema se nos antoja desastroso, catastrófico, nos encontramos a merced de esos pensamientos negativos y de soledad, donde la soledad se acrecienta hasta convertirse en aislamiento, incomunicación. Se abren las puertas mismas del infierno para quemarnos del resplandor, de insolación.
Soledad, profundo vacío, que cuando miro hacía mi interior no veo nada, sólo un inmenso desierto de arena, arena seca, residuo polvoriento de lo que en otros tiempos fue frondoso jardín. Arena triste, arena seca de lágrimas, seca de vida, donde te sientes desguarnecido y atrapado en una red que te vuelve indefenso, sin recursos, sin motivación, sin interés, sin confianza.
Maldita soledad, espasmo perverso que convulsiona mi vida y hasta mi muerte haciéndome pensar en ella como si una luz salvadora fuera, cuando lo que es se demuestra en hábil fraude y tremendo engaño, que sin piedad alguna a tu final te guía.
Maldita soledad, tremenda quietud, absoluto silencio. Que cuando más le temes, más te envuelve, te acaricia, te acuna en su regazo y te aísla sin compasión hasta hacerte cerrar los ojos al mundo. Hasta que el corazón se encoge mordiendo el polvo de la derrota desangrándose a solas sin decir nada, sin quejarse, sin defenderse.
Como aquel que se dispone a tomar el sol, pero se protege de una insolación. Porque lo peor no es la soledad, sino el eco de mi propia soledad, cuando esa soledad se asoma a mis adentros y martillea con fuerza mis tímpanos, cuando la palabra solo se me clava como un dardo en el alma y la envenena haciendo que se pudra poco a poco.
Porque una insolación de soledad no es buena, se nos encoge el alma, se nos enrojece la piel y llora, llora amargamente por los poros. Los poros se abren dejando escapar la soledad a chorros.
Y cuando uno llora tanto es porque se siente muy solo, pero solo de verdad, solo de insolación, de tomar el sol con rabia, de rabiar de pura insolación.
Lo bueno sería que uno eligiera sus momentos de insolación, porque así debería de ser, así la insolación duele menos, es una insolación elegida, deseada, tal vez añorada.
¿Porqué no?
A quién no le ha apetecido, a veces, mirar al sol a la cara y con la cara enrojecida, los ojos inundados de lágrimas y el corazón roto, gritarle, ¡ aquí estoy, a solas ante el sol! Y no le tengo miedo, pues cuanto más miedo le demuestro, más solo me siento. Así el sol parece que quema menos, nos duele menos cuando lo aceptamos y elegimos quedarnos a solas con él, incluso cuando es de noche.
Porque aunque nos parezca extraño, el sol nos agobia más de noche que de día.
Cuando la luz se apaga y nos quedamos a solas con el sol, entonces es cuando más echamos de menos alguien que nos consuele, nos de cobijo, que nos anime y nos saque de esa enorme soledad, de nuestra inmensa insolación.
Porque la almohada es mala compañera de la soledad, la almohada traidora nos deja descansar la cabeza por fuera, por eso se llama cabecera, sin embargo por dentro nos desata una tormenta, tormenta interior que nos inquieta, y nos altera, altera nuestra mente, nuestro corazón y nuestra conciencia. Y en la soledad todo se magnifica, todo se exagera. Un pequeño problema se nos antoja desastroso, catastrófico, nos encontramos a merced de esos pensamientos negativos y de soledad, donde la soledad se acrecienta hasta convertirse en aislamiento, incomunicación. Se abren las puertas mismas del infierno para quemarnos del resplandor, de insolación.
Soledad, profundo vacío, que cuando miro hacía mi interior no veo nada, sólo un inmenso desierto de arena, arena seca, residuo polvoriento de lo que en otros tiempos fue frondoso jardín. Arena triste, arena seca de lágrimas, seca de vida, donde te sientes desguarnecido y atrapado en una red que te vuelve indefenso, sin recursos, sin motivación, sin interés, sin confianza.
Maldita soledad, espasmo perverso que convulsiona mi vida y hasta mi muerte haciéndome pensar en ella como si una luz salvadora fuera, cuando lo que es se demuestra en hábil fraude y tremendo engaño, que sin piedad alguna a tu final te guía.
Maldita soledad, tremenda quietud, absoluto silencio. Que cuando más le temes, más te envuelve, te acaricia, te acuna en su regazo y te aísla sin compasión hasta hacerte cerrar los ojos al mundo. Hasta que el corazón se encoge mordiendo el polvo de la derrota desangrándose a solas sin decir nada, sin quejarse, sin defenderse.
5 comentarios:
Vaya, me recuerda a mi artículo de Seis Soles Solos, sólo que planteado desde otro punto de vista.
Estar solo por propia elección es genial, en esos momentos liberas cuerpo y mente (como el efecto del Red Bull). Pero estar solo por "obligación" o sentirte solo, es otra historia, es como una carcoma que te va comiendo por dentro, y cuanto más come, más grande es, y cuando más grande es, más hambre tiene y más rápido te debora...
Pues la soledad tiene que ser muy dura, la verdad. Y mirarle a la cara, como explicas en este excelente post, no tiene que ser nada fácil. Un abrazo y hasta pronto.
La soledad es algo que te atrapa sin compasion, su idioma son las lagrimas y su hogar tu corazon vacio y tu alma...asi es ella, implacable cuando te atrapa.
Sabes hay una cita que me gusta y dice asi...
Nunca estará solo quien ocupa un lugar en otro corazón.
Un besito y una estrella.
Mar.
Con tu permiso te enlazo en mi blog.
La soledad como todo "en su justa medida" A veces estar solo, no es más que algo necesario para oirnos a nosotros mismos, otras puede dejarnos vacíos por dentro.
Besos
Zoldar: A veces tenemos que aceptar el encontrarnos solos por obligación, buscar una reacción y tener mucho cuidado con no alimentar nosotros mismos esa carcoma, sobretodo cuando la persona tiene recursos personales.
Un abrazo y gracias por pasar por mi castillo.
Jordicine: No es facil, pero creo que debemos hacerle frente y poner en marcha nuestros recursos. Uno de ellos puede ser buscar amigos y hablar por medio de los blog.
Gracias por venir a mi castillo. Un saludo.
Mar: Me gusta tu cita, y tambien la descripción que haces de la soledad.
Me alegra verte por mi castillo.
Castigadora:Si, en su justa medida estaría bien, porque también debe de haber momentos de soledad. Pero es cierto que cuando no la elegimos, es duro.
Gracias por entrar en mi castillo.
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