Si pierdo mi sensibilidad, ¿qué me queda? Un largo y frío invierno, un prolongado letargo, emoción sin consciencia,un rostro inalterable y un alma muerta.
Me encanta mi sensibilidad, me gusta emocionarme. Que los ojos se me llenen de lágrimas, que se me encoja el corazón hasta que su tamaño sea emocionantemente pequeño. Que los párpados no den abasto a desviar las lágrimas de los ojos y que se humedezcan, que se empapen. Que el vello del cuerpo se ponga de punta y que el corazón ó lo que quede de el, dé saltos de emoción dentro del pecho.
Me cautiva, me entusiasma mi sensibilidad, el suspiro que se escapa, las lágrimas que caen, la mueca en el rostro, la respiración entrecortada, y la mente aturdida.
Llorar a lágrima viva, gritando de pena o de emoción, ¿porqué no? Hay algo más digno que llorar mirando a la cara a la pena, la emoción a flor de piel, el corazón rendido de amor, por el amor perdido.
No es falta de valor o flojera, no es debilidad, solo es sensibilidad a flor de piel. No hay porque sentir vergüenza, no hay porque esconderse, cuando la vena sensible aflora, con la cara bien alta hay que dar las gracias a la naturaleza y aceptar los sentimientos que en ese momento asoman.
Si el hecho de ser sensible te avergüenza, te avergüenzas de tu propio ser, de tu naturaleza, y ella a veces necesita derramarse sobre tu cara, sobre un pañuelo o sobre una hoja escrita. Cuantas sensibles poesías, cuantas canciones escritas, cuantos cuadros imaginados y cuantas espectaculares sinfonías se han creado con lágrimas en los ojos y el corazón desnudo. Si renegamos de nuestra sensibilidad, renegamos de todo ello y eso sería un fraude, una estafa a nuestro pensamiento.
A veces lloro con un cuento, con una película o un texto, por muy sutil que parezca, no aguanto más y me estremezco. Es algo espontáneo, sincero y delicado, es algo que es difícil simular, pues si simulando consigues ese estado, duda de ello, porque ni es sincero, ni espontáneo, ni verdadero, sólo es un reflejo inadecuado de un sentimiento que deberías haber guardado. Porque de nada vale una sensibilidad simulada, si no sale del corazón, ni es emoción ni es nada.
Es mi tesoro mejor guardado, es mi secreta arma contra la desesperanza, la tristeza y la falta de ilusión. Es el antídoto contra la desidia, el aburrimiento, la monotonía y el día a día. Es mi medicina del alma, es mi alegría.
Me encanta mi sensibilidad, me gusta emocionarme. Que los ojos se me llenen de lágrimas, que se me encoja el corazón hasta que su tamaño sea emocionantemente pequeño. Que los párpados no den abasto a desviar las lágrimas de los ojos y que se humedezcan, que se empapen. Que el vello del cuerpo se ponga de punta y que el corazón ó lo que quede de el, dé saltos de emoción dentro del pecho.
Me cautiva, me entusiasma mi sensibilidad, el suspiro que se escapa, las lágrimas que caen, la mueca en el rostro, la respiración entrecortada, y la mente aturdida.
Llorar a lágrima viva, gritando de pena o de emoción, ¿porqué no? Hay algo más digno que llorar mirando a la cara a la pena, la emoción a flor de piel, el corazón rendido de amor, por el amor perdido.
No es falta de valor o flojera, no es debilidad, solo es sensibilidad a flor de piel. No hay porque sentir vergüenza, no hay porque esconderse, cuando la vena sensible aflora, con la cara bien alta hay que dar las gracias a la naturaleza y aceptar los sentimientos que en ese momento asoman.
Si el hecho de ser sensible te avergüenza, te avergüenzas de tu propio ser, de tu naturaleza, y ella a veces necesita derramarse sobre tu cara, sobre un pañuelo o sobre una hoja escrita. Cuantas sensibles poesías, cuantas canciones escritas, cuantos cuadros imaginados y cuantas espectaculares sinfonías se han creado con lágrimas en los ojos y el corazón desnudo. Si renegamos de nuestra sensibilidad, renegamos de todo ello y eso sería un fraude, una estafa a nuestro pensamiento.
A veces lloro con un cuento, con una película o un texto, por muy sutil que parezca, no aguanto más y me estremezco. Es algo espontáneo, sincero y delicado, es algo que es difícil simular, pues si simulando consigues ese estado, duda de ello, porque ni es sincero, ni espontáneo, ni verdadero, sólo es un reflejo inadecuado de un sentimiento que deberías haber guardado. Porque de nada vale una sensibilidad simulada, si no sale del corazón, ni es emoción ni es nada.
Es mi tesoro mejor guardado, es mi secreta arma contra la desesperanza, la tristeza y la falta de ilusión. Es el antídoto contra la desidia, el aburrimiento, la monotonía y el día a día. Es mi medicina del alma, es mi alegría.