A veces cuando pienso, me quedo mirando por la ventana, es una mirada cautiva del pensamiento pues no miro nada y lo veo todo, veo en profundidad y veo en la distancia corta, veo a lo ancho y veo a lo largo. Y es una mirada que me ayuda a pensar, aunque en realidad no esté pensando en aquello que estoy viendo, ni viendo o imaginando aquello en que estoy pensando.
Es como si pensamiento y paisaje, cielo, nubes, árboles, pájaros, edificios, estuviesen conectados pero actuando cada cual por su parte, necesitando el uno del otro pero no siendo imprescindible la concordancia de sus contenidos.
Y si hay algo que me sorprende enormemente, algo, de lo que me he dado cuenta que echo de menos, incluso que me acongoja y me estremece el alma, algo que rápidamente echo de menos cuando pienso en una cosa y miro otra, es la falta de movimiento, como esa especie de parálisis facial del paisaje, que le afecta cuando el viento se para y las ramas de los árboles dejan de moverse y los pájaros se acomodan y adormecen en su rama y las nubes se quedan quietas y todo se para. En ese preciso instante mi pensamiento, como de forma automática, también se detiene, se ha cortado la conexión, algún cable parece haberse soltado.
Y me pregunto, tan importante es un golpe de aire en la dinámica de esa conexión pensamiento – mirada.
Ese viento que siempre había catalogado como molesto, incómodo, fastidioso e inoportuno, ese viento que me despeina y deja a la vista mis entradas, o ese viento que me lanzaba como balines la arena de playa a los ojos, ese mismo que nos impide encender el cigarrillo justo cuando más lo necesitamos y ese mismo viento que nos hace correr de forma ridícula e ir agachándonos intentando coger el billete de 20€ que siempre se nos escapa en el último momento.
Ese viento de vida, que ahora cuando se detiene, cortocircuita mi mente y me hace salir de ese estado de consciencia inconsciente, de ese estado de meditación o de inspiración que me encantaría que quedase plasmado en imágenes y sonido en cualquier tipo de formato que demostrase que de alguna forma mi pensamiento y mi mirada, en ese momento, aunque parezca a primera vista improbable e inverosímil, están conectados aunque sus contenidos no concuerden.
Es como si pensamiento y paisaje, cielo, nubes, árboles, pájaros, edificios, estuviesen conectados pero actuando cada cual por su parte, necesitando el uno del otro pero no siendo imprescindible la concordancia de sus contenidos.
Y si hay algo que me sorprende enormemente, algo, de lo que me he dado cuenta que echo de menos, incluso que me acongoja y me estremece el alma, algo que rápidamente echo de menos cuando pienso en una cosa y miro otra, es la falta de movimiento, como esa especie de parálisis facial del paisaje, que le afecta cuando el viento se para y las ramas de los árboles dejan de moverse y los pájaros se acomodan y adormecen en su rama y las nubes se quedan quietas y todo se para. En ese preciso instante mi pensamiento, como de forma automática, también se detiene, se ha cortado la conexión, algún cable parece haberse soltado.
Y me pregunto, tan importante es un golpe de aire en la dinámica de esa conexión pensamiento – mirada.
Ese viento que siempre había catalogado como molesto, incómodo, fastidioso e inoportuno, ese viento que me despeina y deja a la vista mis entradas, o ese viento que me lanzaba como balines la arena de playa a los ojos, ese mismo que nos impide encender el cigarrillo justo cuando más lo necesitamos y ese mismo viento que nos hace correr de forma ridícula e ir agachándonos intentando coger el billete de 20€ que siempre se nos escapa en el último momento.
Ese viento de vida, que ahora cuando se detiene, cortocircuita mi mente y me hace salir de ese estado de consciencia inconsciente, de ese estado de meditación o de inspiración que me encantaría que quedase plasmado en imágenes y sonido en cualquier tipo de formato que demostrase que de alguna forma mi pensamiento y mi mirada, en ese momento, aunque parezca a primera vista improbable e inverosímil, están conectados aunque sus contenidos no concuerden.
5 comentarios:
La imagen podría ser el aleteo de una mariposa ;) y la banda sonora, tu propia respiración.
Estado enviadiable el ver sin mirar o mirar sin ver y alcanzar la meditación... cuando se trata de paisaje por supuesto.
(¿la ventana estaba abierta o cerrada?)
Abrazo.
Ps te gustaría mi sierra madrileña hoy: ¡¡Sopla un aire!!
Estoy completamente de acuerdo. A veces, cuando no miras nada en concreto, llega lo que yo llamo como un fogonazo de "felicidad total". No sé porqué, pero llega y lo disfrutas al máximo. Es lo mismo que me pasa mientras nado: que voy contando piscinas y no pienso en nada más. Tres cuartos de hora de relax total. Saludos!
Hola de nuevo, tetealca :)
Me paso por aquí para dejarte una explicación por si has visto que no está tu último comentario en mis "Pompas de jabón" La explicación es la siguiente: la veo en mi correo pero no en la entrada mía... ya sabes la manía que me tiene mi ordenador :D:D ¡¡No vayas a pensar que te he mandado en las mazmorras!!
Te contesté allí.
Un abrazo y lo siento. (a este ritmo, me suspenden, fijo)
Tetealca, perdona que ponga otro comentario que no tiene que ver con tu entrada ( o ¿sí? ... te veo y cuando quiero mirarte... ya no te veo ) pero no sé cómo contactar contigo... me ha vuelto a pasar hoy: veo tu comentario en mi correo pero no en mi blog. No tengo puesto ninguna clase de filtro para las visitas de nadie y no me lo explico :( :(
Espero que hayas disfrutado de los caballos de tu tierra :)
Un abrazo
En osteopatía decimos que donde no hay movimiento, hay disfunción :) así que imagina lo de acuerdo que estoy contigo
Besicos
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