No hay nada más impactante que
una mirada vacía, una mirada muda,
inexpresiva y seca. Esa mirada profunda, pero no hacía el exterior, no esa
mirada que profundiza en aquel en quien se posa. Si no, esa mirada profunda
hacía su mismo interior, hueca y desnuda, como una cueva oscura y solitaria
donde sólo habita el eco que choca de una pared en otra hasta perderse.
Es una mirada que no expresa
emoción alguna, ni alegría, ni tristeza, tampoco odio, ni siquiera miedo o
sorpresa, es una mirada ida, pero sin saber a donde, seguramente de otro mundo,
pero no se sabe de cual, y posiblemente nunca se sepa.
Sin embargo, un día tuvo una
mirada y su mirada estaba llena de luz, una mirada radiante, que irradiaba vida, una mirada pletorita de
emociones, una mirada que se podía leer fácilmente y en ella se leía que tenía
ilusiones, proyectos, que era feliz, que su corazón estaba entero y su alma
pálida, que no temía al futuro y que se sentía acompañado.
Su mirada era capaz de expresar
mil emociones diferentes, que brotaban
de ella sin el menor esfuerzo y volaban como palomas mensajeras hacía otras
miradas receptoras que leían el mensaje
y contestaban.
Era una mirada profunda, capaz de
leer y ser leída, poderosa herramienta de comunicación de un lenguaje universal
que no diferencia entre bebes o ancianos, pobres o ricos, entre fronteras, pero
que a veces se pierde cuando la mente se quiebra y nubla el entendimiento hasta
llegar a perderse allí donde los dos caminos se cruzan, en tierra de nadie, por
ahora....
2 comentarios:
Doloroso intentar descifrar tal mirada que seguramente quiere pero no puede encontrar su camino... Y esperanza cuando se vislumbra una chispita de la luz interior.
Abrazo emocionado
Es verdad. Y dicen que una mirada lo dice todo de una persona. Todo no, pero sí muchas cosas. Me gusta eso que he leído a veces de mirada limpia. Un abrazo, TETEALCA.
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