A veces a solas
resuena mi voz, unas veces limpia, otras veces ronca, dura e inflexible. Es una
conversación en una sola dirección, sin respuestas y hasta sin sentido. En ocasiones
perversa y casi siempre, despiadada y traicionera.
Voz que resuena en
mis adentros con una cadencia pertinaz, como un eco triste y desmoralizador.
A veces imploro una
mente muda, capaz de callar cuando estoy a solas, desnudo y desesperado, que
tenga piedad y respete mis silencios, mis momentos de duda, mi ánimo herido.
Oigo mi voz pero no
la reconozco, no comprendo su ataque feroz. Me duele su ingratitud, su forma
descarnada de inmolarse, de revolverse contra si misma infectando aquellas
heridas que de por sí ya duelen y en esos momentos en que más indefenso estas,
momentos en que tu cuerpo cruza el desierto y tu mente queda despoblada,
excepto de tu voz.
3 comentarios:
"A veces imploro una mente muda"... unos ratitos al día para descansar, vale. Pero mejor escucharla e intentar rebatir sus argumentos o analizar para ver si está en lo cierto ¿no?...
Un abrazo.
La voz de la conciencia, a veces tan dura y despiadada...
Precioso, simplemente precioso.
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