"Hay personas que de tanto preocuparse por la
muerte y por esa vida después de ella, no disfrutan de su verdadera y única
vida y hacen de ella un infierno"
Inmersos
siempre en interrogatorios circulares que no le llevan a ningún lado, malgastan
su vida. ¿Que me esperará después? ¿Porqué nacer para tener que morir? ¿No
aguanto tener que dejar aquí a mis seres queridos? ¿Por qué la vida tiene que
acabar? ¿Por qué tendremos que hacernos viejos? ¿Porqué la vida es tan corta?
A veces, en momentos de lucidez, son capaces de pensar que
todas esas preocupaciones efectivamente son gratuitas y no le llevan a ninguna
parte, pues solo es una preocupación anticipada, que al contrario de otras
preocupaciones, cuando llegue ese momento tan temido, obviamente, ya no serán
conscientes de todo aquello que ahora les preocupa, sino que en verdad los que
sufrirán dicho acontecimiento serán sus seres queridos que sigan con vida.
Pero
llegado ese momento de lucidez, éste será efímero, pues rápidamente le
embargarán nuevas preocupaciones sobre la posibilidad de padecimiento, de
sufrimiento antes de llegado el momento de morir, la enfermedad. Y nuevamente
todo su organismo se convulsionará ante la gran injusticia de este nuevo hecho,
y nuevamente comenzará el interrogatorio circular.
No
se si es un miedo aprendido, y si las diferencias individuales se deben a los
mensajes a los que hayamos estado sometidos a lo largo de la vida, o más bien
es un miedo atávico, heredado
genéticamente en mayor o menor intensidad, o por el contrario es una mezcla de
los dos. Lo que si es cierto es que en algunas personas es un miedo que les
provoca una intensa angustia durante toda la vida, un miedo difícil de vencer
con la razón y un miedo que es espoleado continuamente por diferentes
estímulos, estímulos cotidianos que son muy difíciles de evitar como: ver como
crecen nuestros hijos, la sirena de una ambulancia, contemplar viejas
fotografías, la soledad, pasar junto al cementerio, los días tristes y grises
de invierno, una conversación, un programa televisivo, y un largo etcétera.
2 comentarios:
Miedo a la muerte de los seres queridos... miedo al sufrimiento físico de esos seres y al sufrimiento nuestro de la pérdida que experimentamos.
Creo que es una actitud aprendida ¿no? A fuerza de experiencias propias y ajenas, pasadas, acumuladas.. o puede que también sean heredadas genéticamente como bien señalas... como otros conocimientos. Estamos compuestos de tantas cosas ¿verdad?
Y nuestra razón no siempre se equilibra con nuestro corazón.
¡menuda faena nos han hecho con hacernos también de sentimientos y memoria! :)
Los animales no se hacen esta clase de preguntas. Llegado el momento, ellos se entregan sin haberse martirizado en evocarlo. Y han vivido más felices.
Como siempre, muy interesante reflexión.
Un abrazo grande.
Bueno... yo pienso que el estado natural del hombre es estar muerto, y que la vida es un pequeñísimo período de transición. Por eso yo procuro vivir la vida todo lo intensamente que puedo, sin pensar jamás dónde está la curva de la bofetada definitiva. Cuando llegue, llegará. Espero que me encuentre de pie :) Tetealca, te deseo unas felices fiestas y deseo que sigamos viéndonos por aquí (o por allí) el año que entra.
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