miércoles, 28 de marzo de 2012

ADOLESCENCIA






" NO SE PUEDE VIVIR LA ADOLESCENCIA DE OTRA FORMA QUE NO SEA COMO UN ADOLESCENTE"









Nunca se debería frivolizar la Adolescencia. Es una etapa tan peculiar, tan personal y personalizada, máximo exponente del cambio y testigo de infinidad de descubrimientos sobre nuestra personalidad, nuestro propio físico, el físico del sexo contrario y las relaciones con los demás, hasta el punto de que si hay una etapa de la vida que necesita de la máxima intimidad, esta es la adolescencia.
Y hablo de los 15, 16, 17, 18, 19, 20… años, porque la franja de edad en que se considera la adolescencia ha subido como resultado de las dificultades y tardanza en independizarse o emanciparse de los jóvenes de hoy en día.
Y esta no se debería profanar irrumpiendo a hurtadillas en sus ritos, ceremonias, cortejos y demás actos típicos y comunes de esa edad. Tampoco se debería de frivolizar ninguna otra etapa de nuestro desarrollo, porque cada una de ellas es diferente, peculiar, única e irrepetible y supone la puesta en escena de un rol diferente y unas conductas en consonancia con las responsabilidades que cada etapa nos exige, de ahí la importancia de una adecuada adaptación o no entre el rol que nos toca escenificar y las exigencias y responsabilidades que en ese momento tengamos. Un chico de 17 años que tenga pareja e hijo a esa edad y que sepa adaptarse a las exigencias de esas responsabilidades, sería un adulto sin lugar a dudas y no un adolescente, debido al rol que le ha tocado vivir.
La adolescencia tiene unas formas y maneras de relacionarse, de divertirse, de vestirse, de hablarse unos a otros, o sea un vocabulario propio, y son formas y maneras que a los padres se aparecen tamizadas y descafeinadas, dado el control que los hijos ejercen sobre estas formas cuando están en nuestra presencia, y aún así nos asombramos en ocasiones: “que manera de hablarse sin ningún respeto” “que vergüenza, no saben vestir y como tiene su habitación” “como pueden decirse esas marranadas” esto es lógico y siempre a sucedido así, es un choque generacional, un salto en el tiempo.
Pero lo que no es de recibo es que un padre pueda ver por un agujero como se comporta su hijo en un botellón, por ejemplo, o sea en la intimidad de una noche de juerga en su ambiente, con sus colegas. Que hace, que dice, como se comporta en situaciones en las que por naturaleza deben ser tabú para los padres.
Que padre no se sentiría avergonzado de su hijo en un momento dado, incluso en generaciones anteriores, si pudiera ver sin ser visto esas situaciones en que habla, se relaciona, bromea, bebe, se cabrea, se pelea, o intenta intimar con una chica.
Y que hijo no se sentiría, a su vez, avergonzado del padre, si de la misma manera pudiera verle en esas mismas situaciones íntimas, si pudieran observarle por ese agujero.
Esta práctica, además de ser contranatural, conllevaría represiones y actitudes de desconfianza por parte de los padres y malos rollos propiciados al sacar conclusiones sin la más mínima escrupulosidad científica. No se puede juzgar a una persona por un momento y menos por un momento intimo.
El acercamiento a los hijos debe ser físico y comunicativo y siempre dentro del respeto, no se debe de leer el diario de los hijos, no se le ponen investigadores privados, no se revuelven sus cajones, no se le administra la droga de la verdad para sonsacarle. El acercamiento se hace desde la confianza y el dialogo, y esto, por supuesto, tiene sus riesgos, se nos puede ir de las manos, pero de la otra forma ya se nos ha ido de las manos desde el primer momento, es para pensárselo.
Hoy en día se quiere suplir la dejadez educativa manifestada en etapas anteriores con la práctica peligrosa de un control más allá del respeto que toda persona merece, pero la desesperación y la inhabilidad de algunos padres para comunicarse de forma adecuada con sus hijos, les lleva a echar mano de ciertas prácticas que hoy en día se están poniendo de moda de forma cada vez más asidua, como son, detectives, cámaras ocultas, y otro tipo de intromisiones como registros, inspecciones del móvil, etc.

lunes, 12 de marzo de 2012

ENTRENAMIENTO SOCIAL



"SI EXISTE UN TESORO QUE JAMÁS SE DEVALUA, ESTE ES EL DE MIS RELACIONES SOCIALES"









Es tremendamente importante un entrenamiento constante y continuado a lo largo de la vida en relaciones interpersonales. Entrenamiento y aprendizaje en el cual no hay tregua, pues esa tregua puede llevar a un retroceso en esta habilidad.

Ya no se niega ni se extraña nadie de las voces a favor de la importancia e incidencia de unas plenas Relaciones Sociales en la salud física, psíquica o emocional. Pero también es cierto que esas relaciones sociales necesitan de unas buenas Habilidades Sociales. Y a su vez, estas habilidades sociales se adquieren por medio de entrenamiento y aprendizaje y necesitan de su práctica continuada para su mantenimiento, si no se iría perdiendo habilidad.

De hecho en determinadas circunstancias de la vida en las cuales esta práctica se retrae o inhibe, como pueden ser los casos de una enfermedad prolongada, unos estudios que requieren muchas horas de dedicación o el hecho de contraer matrimonio y formar una familia, es una circunstancia que por lo general exige un cambio en nuestros hábitos de vida, de ocio y suele disminuir el número de interacciones sociales. Todas estas circunstancias y otras que no nombro suelen disminuir la cantidad de exposiciones a situaciones sociales, lo que provoca y esto podemos comprobarlo en las esporádicas ocasiones en que si salimos y nos relacionamos, es una pérdida de habilidad, de confianza, cierta ansiedad con sensación de inadecuación y extrañeza. Claro está, siempre teniendo en cuenta las diferencias individuales en cuanto a personalidad, tipo de profesión, ambiente familiar, etc.

Sin embargo, hay una época en que esta situación es mucho más preocupante y me atrevería a proponer a quien corresponda el estudio y puesta en marcha de planes de actuación y programas terapéuticos específicos de Entrenamiento en Habilidades Sociales que intenten paliar las naturales perdidas de habilidad en este aspecto, ya que lo que ahora se está haciendo cubre, y muy bien por cierto, la parcela de actividades de ocio. Pero la persona con dificultades a la hora de relacionarse normalmente no acude a este tipo de actividades por vergüenza o miedo a entablar nuevas relaciones. Y me estoy refiriendo en concreto a la tercera edad, época en que son muchos los factores que inciden en el retraimiento social:
· Problemas de salud.
· Compromisos familiares.
· Requerimientos y atención de la pareja.
· Quizás, cambios muy rápidos en costumbres a nivel social.
· Pérdida de amigos por enfermedad o muerte.
· Perdida de familiares.

Y precisamente en este momento en que van faltando las fuerzas, las ganas, y la motivación, a la vez que nuestras habilidades sociales están ya un tanto oxidadas, es justo el momento en el que más falta nos hacen, pues poco a poco aquellas personas con las que a lo largo de la vida nos hemos relacionado, aunque fuese de tarde en tarde, de forma satisfactoria y fácil, han ido muriendo, dejándonos en su lugar un tremendo vacío muy difícil de llenar del cual cada vez somos más conscientes.

Y esto hace que la cosas se compliquen mucho más, pues deberíamos entablar nuevas relaciones si no queremos quedarnos totalmente aislados y solos. Lo fácil es rendirse y abandonar. Pensar que ya no merece la pena para el tiempo que queda, siendo ese precisamente el gran error y la tremenda trampa. Ese tiempo que queda es también parte de la vida y no hay porque perderla gratuitamente, sin pelear. Ese tiempo o periodo de la vida es cierto que es distinto, pero no tiene porqué ser peor, requiere sí otras actividades, otras actitudes y un esfuerzo de adaptación, pero puede ser muy valioso, bonito e ilusionante si no tenemos miedo y relanzamos nuestras relaciones sociales de forma insistente, hasta conseguir hacer desaparecer esa ansiedad social que nos produce preocupaciones y continuamente pone pegas a nuevas aventuras causándonos malestar e impidiendo disfrutar de unas buenas relaciones sociales, las cuales reportarían felicidad, bienestar y salud, desfocalizando, a la vez, la atención de nuestro cuerpo y enfermedades y alejándonos de centros de salud, ambulatorios y preocupaciones hipocondríacas, dejando estas actividades para lo estrictamente necesarias según las circunstancias de cada uno,. y promoviendo por el contrario las actividades interpersonales las cuales nos proporcionen interacciones sociales interesantes, gratificantes y placenteras.