jueves, 28 de noviembre de 2013

Os acordáis de Valentin...?




                                                                              



Valentín es un hombre simple, es un hombre bueno porque su simpleza no incluye mecanismos como la desconfianza, la malicia o segundas vueltas. Ya sabes, eso de “ir con segundas”, tampoco la avaricia o la competitividad. No es una bondad por empatía, o sea, porque se ponga en el lugar del otro y eso le impida ser dañino o malo, sino todo lo contrario, lo usual en Valentín es decir sin pensar lo primero que se le viene a la cabeza, sin preocuparse si ello  será más o menos oportuno o te dolerá o no. Es una bondad más bien tonta, de falta de recursos en los sesos. Porque todo eso lo hace sin darse cuenta, sin malicia, sin planear nada, tontamente. Y digo esto, porque si él intuyera que eso que va ha decir puede ofender o molestar y ello le pudiera traer problemas, por miedo, aunque sólo fuera por esa razón, el miedo, ya no lo diría. Porque Valentín, a pesar de su nombre es muy miedoso, más bien se debería llamar “Cobardín”. Es cobarde, todo le da miedo y de todo huye. Si le levantas la voz y te encaras con él, se mea encima, o se bloquea, y en el mejor de los casos, se pone rojo, retira la mirada casi como si los ojos se le volvieran hacia atrás, se da la vuelta y huye sin decir nada.

viernes, 8 de noviembre de 2013

CONTEMPLANDO A LOS VENCEJOS (Continuación)



  

                                     



 “Mi tío Amancio, a pesar de su nombre no era capaz de amar, no amaba la vida y no se amaba a sí mismo”


Esto me hace recordar a mi tío Amancio. Era muy alto y delgado, siempre muy bien peinado, con un pelo muy negro, engominado y echado hacía atrás. Yo lo percibía como  un hombre tremendamente escrupuloso ante todo: la enfermedad, las heridas, noticias de guerra y de muerte, contaminación, suciedad. Todo le hacía adoptar un gesto que yo veía ya característico en él, como si el cuerpo entero se le encogiera queriendo desaparecer, esfumarse. Y muy aseado, aunque eso si, un poco antiguo a la hora de vestir, vamos que no le preocupaban los cambios de moda.

   Me llamaba la atención algunos rasgos muy marcados de su cara sobretodo algunos surcos en ella que muy al contrario de parecer arrugas que anuncian el paso del tiempo, a mi tío le daban un aire interesante, como de persona experimentada y culta, yo recuerdo que pensaba que esos surcos en la frente, alrededor de la boca y a los lados de su nariz, más bien eran señales de sus muchos momentos de reflexión y meditación sobre cuestiones tremendamente difíciles e importantes. A pesar de ello la expresión de su cara no era de dureza, sino más bien era una expresión afable y cordial. Tendría alrededor de los cuarenta y uno o cuarenta y dos años y era soltero, por eso vivía todavía con mis abuelos. Su comportamiento conmigo era esplendido, era amable, cariñoso, divertido y lo más importante generoso. Yo le quería mucho y me gustaba que viniera a casa. A veces salíamos los dos a dar una vuelta y me compraba cosas, otras me llevaba al fútbol, que a él le apasionaba y otras simplemente nos divertíamos en casa.

   Recuerdo que siempre esperaba con gran excitación y nerviosismo el comienzo de la feria. En estas ocasiones siempre aparecía por casa muy arreglado, pedía que me arreglaran a mí y solicitaba permiso, de forma muy ceremoniosa, a mis padres para hacerse cargo de mi custodia durante toda la tarde, yo ya sabía a donde íbamos a ir. Mi excitación aumentaba hasta límites que aún no he vuelto a experimentar.

   Me gustaba tirar con las escopetas a los chicles y a los cigarros de colores, estos, claro está, para mi tío, aunque lo cierto es que nunca le daba. Nunca llegué a entender porque a pesar de tener encañonado el cigarro, el perdigón se desviaba tanto. Mi tío Amancio argumentaba el hecho diciendo que se me debía de mover la escopeta al apretar el gatillo. Era incapaz de admitir delante de mí, la posibilidad de que existiera la trampa en la feria, un lugar mágico, un santuario para niños, que se supone debería ser tan inocente como ellos. Así era mi tío, siempre tratando de protegerme, siempre muy correcto y siempre muy tímido. Recuerdo esto de la timidez porque me llamaba la atención, precisamente paseando por la feria, que a pesar de que las chicas le miraban y reían, coqueteando con miradas insinuadoras, el jamás respondía de forma alguna, parecía como si no se enterara. Cosa totalmente imposible, lo puedo asegurar.

   Lo que más nos gustaba de toda la feria y donde pasábamos muy buenos momentos, era en los coches de choque, los dos nos divertíamos mucho y reíamos, cada uno en un coche. Nunca más en todo el año lo volvía a ver reír de esa manera. Yo echaba de menos el que viniera más a menudo por casa, pero a veces oía a mama comentar con otras personas que el tío Amancio en ocasiones se pasaba temporadas sin salir de la casa de mis abuelos, incluso de su habitación. Yo eso no lo entendía, no comprendía porqué, sería por cuestiones de trabajo, sería un espía y después de una misión debía quitarse un tiempo de la circulación. Pero al final me acostumbré a verlo aparecer y desaparecer, acepté que él era así y no pensaba más en ello.

   Hasta que un día desapareció de nuevo pero ya no volvió, lo encontraron en su habitación a la mañana siguiente con un tarro vacío de ilusiones y de vida y lleno de capsulas de miedo, dolor y desesperanza, esto nunca lo entendí, para mi él lo tenía todo, era guapo, alto, soltero y con un buen trabajo, aunque últimamente faltaba mucho. Conmigo siempre se mostraba divertido, y reíamos continuamente. Durante mucho tiempo la idea de su estatus de espía y de un asesinato disimulado en suicidio tomo cuerpo en mi mente y así se lo contaba en secreto a mis más íntimos amigos.

   Más tarde cuando crecí y sentí los primeros envites de la depresión, pensé que me parecía a él y esto era producto de la herencia. Cosas de la genética, y ante eso nada podía hacer excepto aceptar mi destino y esperar con desazón el momento fatal de continuar con la tradición familiar.

    Así lo pensé hasta que mi psicólogo me explicó que podemos luchar contra ese destino, que podemos escribir nuestro propio destino, el que nos convenga y que el terminar como mi tío Amancio depende de mí, de mi decisión, al igual que él tomó la suya en un determinado momento. Y que la genética no es tan cruel ni determinante, mucho más determinante se muestran las creencias, sobre todo esta que yo venía alimentando y que unía inexorablemente mi destino al de mi tío.


    Mi tío Amancio, a pesar de su nombre no era capaz de amar, no amaba la vida y no se amaba a sí mismo. Ojala hubiese encontrado en su camino un consejo que le hubiese devuelto esa capacidad, ojala hubiese contado con mi terapeuta. Ojala hubiese superado ese momento, hubiese apartado de su mente esos miedos, esos fantasmas una vez más.

miércoles, 2 de octubre de 2013

CONTEMPLANDO A LOS VENCEJOS







                                               






Como echo de menos la época en que me sentía vencejo. Ansío su libertad, su gracia, su planear decidido, su alegre chillido.

Sin embargo ahora sólo soy capaz de recordar y retener en la memoria su cara triste, su huida al atardecer”


 Recuerdo los atardeceres en primavera, cuando el cielo se plagaba de vencejos, allí sentado placidamente en la terraza de mi casa, en el pueblo, al que suelo ir muy a menudo, me sentía pletórico, lleno de vida, feliz por poder disfrutar de ese sencillo panorama.

   Por entonces disfrutaba al ver a los vencejos dar vueltas y vueltas incansablemente alrededor de la terraza, pasaban por delante de donde yo estaba sentado planeando casi rozando los tejados y desaparecían para volver de nuevo a los pocos segundos y así daban vueltas y vueltas girando siempre en circulo. Me encantaba ver como al pasar por delante de mi chillaban como locos de contentos. Ahora recuerdo que pensaba que se asemejaban a niños cuando dando vueltas en el “Babi Mariloli” en la feria, cada vez que pasaban por delante de los padres, gritaban y saludaban contentos con gran jolgorio.
Los vencejos siempre me hacían pensar en la suerte que tenía al poder contemplarlos, en lo bello y grandioso de poder vivir la vida, en la cantidad de pequeñas  grandes cosas que teníamos el privilegio de poder percibir y disfrutar, de ver, de oler y de sentir. Me sentía feliz por estar vivo y poder disfrutar de la vida y me quedaba horas y horas contemplando a los vencejos.

   Y sin embargo ahora todo es muy distinto, no entiendo porqué. Esa misma escena me parece deprimente. Ahora cuando subo a la terraza y me siento en mi vieja mecedora como entonces, esta misma tarde he estado allí sentado intentando disfrutar de nuevo de la primavera, y los vencejos me parecen gilipollas dando vueltas y vueltas,  que sentido tiene, no entiendo como vienen de tan lejos, de África, para dar vueltas a una terraza horas y horas. Pienso que deben de ser muy simples, como autómatas, pasan la vida haciendo círculos sin saber porqué, gritando como posesos en su desesperación y su tontuna. Me dan mucha pena y me pregunto ¿a donde irán cuando anochece?, todo queda en silencio de pronto. Supongo que dormirán sin ser conscientes de ello y soñaran con dar la vuelta más rápida e inútil de su vida. Y al día siguiente otra vez a dar vueltas sin saber que han hecho al llegar la noche ni con que han soñado, simplemente dan vueltas a mi terraza. Ahora, no aguanto estar en la terraza, poco a poco me embarga una sensación de angustia, de vacío.


miércoles, 18 de septiembre de 2013

OPTIMISMO













 En este preciso momento, soy el hombre
más feliz del mundo: me encuentro en el
porche de mi casa escuchando la lluvia caer
y disfrutando de ese olor a ozono que
se desprende al abrazarse la lluvia y la
tierra, de un magnifico día gris oscuro,
leyendo plácidamente un libro que quizás
no pueda terminar y esperando que amanezca
un nuevo día que me llevará a un aséptico,
relucido, flamante e impersonal quirófano a
someterme a una operación a vida o muerte, de la cual no sé si volveré a ver la luz del día.

jueves, 29 de agosto de 2013

AURORA



                          



 "A veces hay que mirar de cara a la luna e igualmente al sol aunque te abrase"




                                           


                                OCASO


A veces la vida no revela ningún sentido, mas bien parece un sin sentido, los acontecimientos se suceden sin ton ni son, los días transcurren uno tras otro, el cielo siempre es azul y la noche oscura.
A veces cierro los ojos y me pregunto... ¿Por qué?
Porqué esta escena me parece incompleta, cual es mi papel, porqué esto me tiene que estar pasando a mí, que es lo que falla, que pieza falta en este puzzle, pero no consigo entenderlo.


                              AURORA

Cuando se produce el milagro de la noche, alzo la vista, abro mi mente y admiro expectante: la espectacular aparición del firmamento en toda su grandeza y esplendor, su imponente puesta en escena en su aparente armonía. Entonces la vida cobra sentido y valor, a la viveza del día le sigue la belleza oculta de la noche, a la impetuosa vitalidad del sol le sigue la misteriosa madurez de la luna. Ahora el escenario está completo.

                          REVELACIÓN

Entonces lo entiendo todo…. A veces mi mente no alcanza a ver la realidad, no admira la escena en su totalidad, sino que solamente ve una parte de ella, aquella parte que su estado emocional le deja ver, un todo incompleto y sesgado, una mirada de soslayo, tímida y parcial.
A veces hay que mirar de cara a la luna e igualmente al sol aunque te abrase.

martes, 9 de julio de 2013

INDEFENSIÓN



                                                                         






Ahora dejadme solo.
Ya me habéis convencido, salid de mi cabeza. No sé si lleváis razón o no, no sé si exageráis.
 Todo está decidido. Sólo quiero quedarme a solas un momento para volarme los sesos.

jueves, 20 de junio de 2013

LA TRAMPA DEL ESTADO DEL BIENESTAR





                                                       




“Antes la gente se reunía en las plazas, ahora las hemos cambiado por rotondas”

No me malinterpretéis, nada más lejos de mi realidad que el querer renegar de los adelantos que la sociedad ha ido consiguiendo a lo largo de la historia, pues entre otras cosas soy un apasionado consumidor de todos ellos. Es sólo   que pienso que paralelamente también tendríamos que habernos esforzado en conservar algunas costumbres ancestrales que de una forma o de otra han destacado por su gran valor adaptativo y facilitador del desarrollo del ser humano como ser eminentemente social.

Como digo, estas viejas costumbres a que me refiero, son costumbres que han posibilitado el desarrollo de la comunicación y por ende de la cultura, la empatía, el compañerismo, el contacto físico, el valioso apoyo emocional cuando este era necesario y otro sin fin de apoyos entre amigos, familiares, vecinos, etc.

Es sabido, el gran avance que supuso en general el descubrimiento del fuego, a parte de por el cambio dietético que supuso al poder cocinar la carne, con la aportación de proteínas que propicio el crecimiento rapidísimo del cerebro, pero también  por lo que significó a nivel de relaciones sociales, las personas se juntaban alrededor del fuego para compartir largos periodos de su vida, celebraciones, juegos, reuniones importantes y otros, comenzando a tejerse una incipiente, pero prometedora red social.

Más tarde, por nombrar algunas, de siempre las tertulias de vecinos, cuando el tiempo lo permitía, se han celebrado en la calle, punto de encuentro donde cada cual se sacaba su silla y se compartían chismes, recetas de cocina, novedades del pueblo y avances sobre el clima y la cosecha.

O, cuando en la calle sólo había una televisión y esta se acercaba a la ventana para que los demás vecinos acudieran, nuevamente con sus respectivas sillas, para disfrutar del nuevo invento.

Las fiestas, bailes y eventos se celebraban en las plazas, calles, ahora, en cambio, en macro discotecas cada vez más sumergidas en el subsuelo y música a punto de reventar los tímpanos que hace imposible la comunicación verbal.

Todas ellas eran costumbres que proponían el acercamiento, el compartir y el relacionarse por encima de todo.

Los niños jugaban en la calle y los juegos era impensable el poder jugarlos en solitario, sino que en todos había un denominador común, era necesaria la reunión de varios niños y no sólo era necesaria la participación activa a nivel físico, sino también a nivel oral y comunicativo.

Ahora los niños juegan solos y sin moverse de su propia habitación con la videoconsola playStation, Wii o Xbos… no necesitan reunirse físicamente para jugar, ni siquiera para comunicarse, pues pueden hacerlo Online por medio del móvil o del ordenador, gracias  al twitter, facebook o whatsApp, no hace falta mirarse a los ojos, reforzar lo dicho con el gesto o con una palmada cariñosa en la espalda, se ha deshumanizado el dialogo y la comunicación.

Antes la gente se reunía en las plazas, ahora las hemos cambiado por rotondas.

Todo está perdiendo identidad, nada es autentico, todo pierde su esencia y su verdadero significado, las cosas importantes ya no interesan todo es pasajero, rápido y sustituible. Hay una crisis total de identidad, costumbres que siempre han significado y han proporcionado identidad y sentido a la existencia en común, ahora ya no importan, desaparecen, se olvidan y sus efectos beneficiosos y adaptativos para la humanidad nadie parece echarlos de menos, estaban ahí por algo, que ahora ya ni siquiera se sabe porqué, sólo se pueden ver y sentir sus dañinas consecuencias, aislamiento, incomunicación, falta de empatía, retraimiento y algo tan negativo para las relaciones humanas como es la falta de habilidades sociales que como la palabra dice es una habilidad que se adquiere, pero sólo si se interactúa.

Hemos llevado el concepto de intimidad a sus últimas consecuencias, todo lo podemos hacer en la intimidad, a solas, sin necesidad de relacionarnos directamente con nadie, quizás haya a quien le interese.

No necesitamos a los demás para nada, todo podemos hacerlo en la más absoluta soledad, podemos jugar, divertirnos, competir, relacionarnos, comprar, vender, oír música, ver cine o teatro, hacer amigos o buscar pareja, todo sin salir de nuestra propia habitación. Ese es todo el horizonte de muchas personas hoy en día.

martes, 4 de junio de 2013

CARCAJADAS



                                                           



Precisamente después de un ataque de risa de esos que duran media hora y que sólo ver al otro reírse hace que la risa continúe, como por contagio. 
Como digo después, una vez recuperamos el control, Valentín se puso muy serio y me dijo: Roberto, sabes, me gustan las carcajadas, esas carcajadas desgarradoras, esas que duelen. Y a veces pienso que me gustaría ser una carcajada, poder vender carcajadas o guardarme unas carcajadas para otro momento. También me gustaría soñar con carcajadas y nunca he soñado con ellas. Me gusta mearme encima a carcajadas y no me fío de quien no se haya meado nunca  encima en su vida a carcajadas. Tampoco me fío de algunas carcajadas, y sé, sin saber porqué, si la carcajada es sincera. Pero Roberto,  por norma, me cae bien la gente que se ríe a carcajadas y me ha gustado el ataque de risa de antes, me gustan los ataques de risa, ataques de risa a traición, que te hagan llorar.

viernes, 17 de mayo de 2013

SORPRESA FATAL



                                               



- ¿De verdad crees que me asustas?

- ¿Piensas que mi rictus tenso y  ligeramente desencajado, mi forma de sudar profusamente, el temblor de mis manos y de mis piernas y mi respiración jadeante, indican miedo?

Pues te equivocas, como bien muestran mis manos ensangrentadas.
 
También pueden indicar IRA.

martes, 30 de abril de 2013

EL ESPIRITU DEL RIO




                       
 

Me gustaría comparar
Mis sueños con los de los demás.
Me gustaría comparar
Para saber si soy preciso al recordar.
Me gustaría comparar
Tan solo por experimentar 
Que se siente al soñar
Todos juntos a la par.

Recuerdo recordado, recuerdos del pasado
No sé si es bueno o es malo, no sé si me interesa
Solo sé que de vez en cuando me siento emocionado
Entonces me elevo al cielo y vuelvo la vista ociosa.    

Que puede haber de malo en soñar
Si la mente que es cabal y poderosa
A lo largo de la vida de vez en cuando con ello reposa
Y hasta incomoda el despertar

Me envuelven recuerdos y sueños
Sueño con  entrañables  recuerdos del pasado
Que más da, con unos y otros  yo me empeño
En no dejar escapar  lo transitado

Y casi sin darme cuenta de mi estado de consciencia
Me invade en este preciso momento su espesa bruma
Y me planteo exponer sin abusar de la paciencia
Un  recuerdo,  un sentimiento, una época esquiva.



   Hubo una época en que los niños a los 13 0 14 años todavía jugaban en la calle, en que se inventaban juegos, en que los juegos tenían vida propia, en que la vida era un juego. Y no era extraño que las aulas y el juego se confundieran en un mismo lugar, que entre el juego y el aula solo hubiera una valla.




   
Claro, que ésta estratégica situación propiciaba otra  más extraña, como es, que desde la ventana del aula el profesor pusiera fin a la diversión proclamando a gritos el inicio de la clase.
  
   Hubo una época en que existía un rió, un instituto al lado del río,  una perfecta comunión entre profesores y alumnos, y un juego. Y a éste se jugaba compitiendo, compartiendo, rozándose, agarrándose, sobre todo agarrándose.

   Y consistía en perpetuar uno de esos esparcimientos de niños, en insistir en seguir jugando a los 13 ó 14 años a lo de siempre, a lo que tan buenos ratos nos había proporcionado anteriormente en la calles del barrio. En seguir abrazándonos nostálgicamente a un “pillao” que no queríamos perder, a una niñez que no queríamos que se fuera.

   Y en esa época ese milagro se podía conseguir, sólo hacía falta imaginación, y de eso sobraba. Hoy en día todo va muy deprisa.

  El juego era el pillao, el lugar el río, y éste consistía en situarse a un lado del margen del río, el que debía pillar, y al otro lado todos los demás, y el juego comenzaba. Ya no había tregua, ni piedad, pero sí mucha educación y compañerismo.

   Y eso, que dicha diversión no estaba exenta de peligro, pues cuando el que debía pillar saltaba hacía el margen donde estaban los demás para pillarles, todos en bandada saltaban hacía el otro lado huyendo despavoridos. Cada cual por donde bien podía y como podía. Unos detrás de otros, e incluso encima de los otros. Los más rápidos, por los sitios más estrechos, más lamidos por el continuo saltar de un día tras otro, o sea más cómodo y más seguro. Otros por donde les dejaban.

   De esta forma el ir y venir de un lado a otro, huyendo del que debía pillarnos, cada vez se tornaba más vertiginoso y caótico,  lo cual provocaba que tarde o temprano alguien resbalara, tropezara con el ribazo o con otro compañero, o simplemente midiera mal la distancia y cayera al agua.

   Pero lo que solía suceder a menudo, es que el objeto del juego, que no era otro que pillar, agarrar a alguien para que ocupara tu lugar, sucedía en el peor sitio y momento, o sea, cuando estabas a medio saltar, en el aire, y abajo el río, el agua, con el consiguiente baño desde la cintura hasta los píes, ropas chorreando y una espesa sensación de amenaza al llegar a casa.

   Eso si, antes he comentado que sobre todo imperaba la educación y el compañerismo, y así era, os lo puedo asegurar.

   Si alguien caía al agua, si alguno metía un píe, los dos píes, o hasta la cintura, todos se paraban un momento, se producía un contenido silencio y como un entrañable ritual, alguien preguntaba muy serio “¿Podemos reírnos?”, y en una exhibición de autocontrol, el que había caído en desgracia, contestaba: “si, podéis reíros”  y a partir de ese momento había revolcones, mandíbulas desencajadas y dolor de barriga producidos por la risa, mientras el caído escurría sus zapatillas, calcetines y bajos del pantalón.

   Otras veces la caída era de mayor calado, y nunca mejor dicho, y había que escurrir, además de lo anterior, el pantalón completo, los calzoncillos y parte del jersey, y entonces, en ese caso, la actitud de todo el grupo era unánime e indiscutible,  todos se ponían manos a la obra porque el objetivo principal era procurarse de lo necesario para hacer una hoguera donde poder secar la ropa y a la vez calentarse, intentando evitar así un altercado mayor al llegar a casa. Como esto a veces era difícil, sobretodo por las inclemencias del tiempo de entonces, en esos casos siempre se podía conseguir un aula y un par de estufas para secar las distintas piezas de ropa, que se ponían encima de mesas y sillas frente a la estufa, y todo ello, a veces con la complicidad de profesores y conserje.

   Hubo una época en que los padres veían atónitos, sin entender nada, como sus hijos entraban en casa, y en algunas ocasiones hasta por dos veces seguidas, medio día y tarde, con los zapatos y los bajos del pantalón mojados y nunca supieron porqué.

   Pero ninguno vio a su hijo con el pantalón completo mojado y mitad del jersey, porque para eso existía el “Espíritu del río” y la hoguera.

   Es más, algunos padres se mostraban sorprendidos por lo cuidadosos que eran sus hijos con la ropa, parecía que los pantalones eran nuevos. Y así era, eran totalmente nuevos, pues la hoguera a menudo tiraba de más, entonces había derrama para comprar unos nuevos.

  Hubo una época en que había un río, hoy se lo ha comido el cemento. También  un instituto, hoy hay tres. Y hubo una época en que existían unos críos que jugaban en la calle y que hoy a su manera siguen jugando, pues tienen un recuerdo muy vivo y un espíritu  que a veces aviva ese recuerdo, que es el “Espíritu del río”.

   Un abrazo a todo ese grupo de críos, y una pregunta: ¿Podemos reírnos?

martes, 26 de marzo de 2013

EN BUSCA DE UNA BUENA INTEGRACIÓN









“No hay una lucha más ardua y desesperada que mi plena integración, inducida por tu apatía, desidia o dejadez”


Es lo que más deseamos y por lo que algunos trabajamos día a día, integración plena, a nivel personal, social y laboral. Nuestro objetivo es que ese niño llegue a ser un adulto bien adaptado, de acuerdo a sus posibilidades de entrenamiento y aprendizaje y para ello debemos de desarrollar su Capacidad de adaptación.
Hay dos conceptos para mí fundamentales para trabajar en este sector de la discapacidad intelectual, los cuales son imprescindibles para lograr la integración, estos son la Inteligencia Emocional y la Capacidad de Adaptación.
      La  adaptación, porque integración y adaptación son dos palabras que van muy     unidas, incluso se complementan la una a la otra.
                 
                “Una persona llega a integrarse como consecuencia
                 de la adaptación, pero a su vez para poder adaptarse,
                 primero se debe integrar, unir a otros.”

El otro concepto, que para mí fue tremendamente esperanzador, es el término de Inteligencia emocional, término que ha desbancado a la tradicional forma de entender la inteligencia.
      La  Inteligencia Emocional, es un conjunto de habilidades, que como cualquier otra
      Habilidad se aprende.       
Esperanzador, se puede aprender. Como en otros casos de conductas inadaptadas, miedos aprendidos, respuestas aprendidas, costumbres, etc. que igualmente se pueden desaprender o eliminar y por el contrario, aprender otras conductas más adaptativas y enriquecedoras. El antiguo concepto (C I) ó Coeficiente intelectual, podría decirse que cerraba todas las puertas del éxito a la persona discapacitada intelectual, simplemente lo excluía, sin darle ni una sola oportunidad. Esa persona no tenía posibilidades de desarrollarse personal, social, ni laboralmente.
     
Sin embargo, éste nuevo concepto, que insisto, se puede aprender y desarrollar, vuelve a abrirle esas puertas de par en par. Todos conocemos del entusiasmo, de la perseverancia, de la capacidad de auto motivación, de la empatía, del altruismo, y en definitiva de su buen carácter en lo que se refiere a ausencia de emociones negativas, como la ira, venganza, envidia, etc. y es fácil reconocer en ellos, la humildad, la felicidad, bondad, la lealtad y muchas otras que les hace que sean personas superdotadas emocionalmente, mientras es común observar a otras personas, que se suponen inteligentes, bien situadas, con un gran currículo, cultas, ser incapaces de relacionarse o de controlarse en determinadas situaciones, o de mantener un equilibrio emocional medianamente estable, estos  son  claramente discapacitados emocionales, que a pesar de toda su inteligencia fracasan en la vida y no llegan a conseguir  ser felices.

¿Quien de nosotros, privilegiados trabajadores de éste sector, no conoce usuarios de nuestras asociaciones más inteligentes emocionalmente que nosotros mismos?
            



 “Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo.
                    Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado
               exacto, en el momento oportuno, con el propósitojusto
                   y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan 
                     sencillo. “          Aristóteles.

Sinceramente creo que eso que dice Aristóteles es lo que debemos esforzarnos en enseñar en  nuestros centros, “hacer lo adecuado en el momento adecuado” y ese es un trabajo de campo, complicado de enseñar en las aulas o talleres, el escenario debe ser fuera.
Es un trabajo, también, que debe ser personalizado, adaptado al nivel de cada persona, mientras que a uno está orientado a tomarse un batido o una cerveza sin alcohol reposadamente, sin prisas, en la barra de un Púb., a otro, consiste en dar un beso adecuadamente, cuando la ocasión lo exige, no indiscriminadamente, sino de soslayo, no de frente como una lapa. Esto no es coartar su desmedida capacidad afectiva, sino controlarla y dosificarla, comer la cantidad adecuada y a un ritmo adecuado, hacerlo correctamente, corregir y evitar conductas infantiles, vestir correctamente y mantener una higiene adecuada.
Esto, en realidad no es tan difícil y si es muy práctico y adaptativo.
Siempre los buenos hábitos y los buenos modales van unidos a una mayor adaptación.
Este objetivo es totalmente imprescindible que arranque y continúe apoyando la labor de los profesionales desde la casa, que en el mayor de los casos es el foco de estas conductas inadaptadas por una educación excesivamente protectora mal entendida. Por esto y como en todas las actuaciones en este sector, aunque muchas veces se nos olvida, el tratamiento debe abarcar a toda la familia.         

jueves, 21 de febrero de 2013

ESA OTRA VOZ




                                                           

A veces a solas resuena mi voz, unas veces limpia, otras veces ronca, dura e inflexible. Es una conversación en una sola dirección, sin respuestas y hasta sin sentido. En ocasiones perversa y casi siempre, despiadada y traicionera.
Voz que resuena en mis adentros con una cadencia pertinaz, como un eco triste y desmoralizador.
A veces imploro una mente muda, capaz de callar cuando estoy a solas, desnudo y desesperado, que tenga piedad y respete mis silencios, mis momentos de duda, mi ánimo herido.
Oigo mi voz pero no la reconozco, no comprendo su ataque feroz. Me duele su ingratitud, su forma descarnada de inmolarse, de revolverse contra si misma infectando aquellas heridas que de por sí ya duelen y en esos momentos en que más indefenso estas, momentos en que tu cuerpo cruza el desierto y tu mente queda despoblada, excepto de tu voz.

martes, 5 de febrero de 2013

LA PERSONALIDAD






                                                      

El mayor error del mundo es pensar que nada podemos hacer, que todo está predeterminado. Genéticamente impuesto, que no tenemos posibilidad de cambiar, de mejorar. Lo que es lo mismo que pensar que no podemos hacer nada ante la “ etiqueta” de niño nervioso, inquieto, malo, hiperactivo, que últimamente tanto se utiliza camuflando otros problemas o trastornos de conducta provocados por la ausencia de unas normas o patrones de conducta adecuados y adaptativos. O pensar y empeñarnos en que cualquier trauma del pasado, además de habernos afectado directamente en el pasado, también tenga que condicionarnos el presente e hipotecarnos el futuro sin que  podamos hacer nada. Me parece totalmente injusto.
Igual de injusto que pensar que el concepto que tenemos de nuestra Personalidad vaya a ser constante, inamovible, como una losa para toda la vida.
Según afirma Daniel Goleman: “Hasta cierto punto, cada uno de nosotros posee un temperamento innato, se mueve dentro de un espectro concreto de emociones, una característica que forma parte del bagaje con el que nos ha dotado la lotería genética y cuyo peso se hace sentir a lo largo de la vida “.
Si, existe un temperamento innato y heredado que de alguna manera nos da una identidad propia a la vez que nos conecta con nuestras raíces, pero es el  espectro emocional básico para comenzar una larga andadura por la vida, cuyas experiencias irán verdaderamente conformando nuestra personalidad.
Parece como si la palabra personalidad pesara mucho, la respetáramos en exceso. Y caemos en el miedo al cambio, la dejadez, la inseguridad o la baja autoestima. Insistimos en no plantearnos o no sentirnos capaces de hacer frente a la realidad, a lo que está más claro que el agua. En definitiva a lo que sabemos desde siempre, pero nunca hemos querido aceptar y afrontar, nuestras debilidades o dudas sobre nuestra personalidad.
Y cegados por esa creencia e incapaces de admitir nuestra equivocación, seguimos pensando que no hay forma de cambiar nuestra manera de relacionarnos con los demás, de afrontar los problemas, de pensar de nosotros mismos. Eternizando de esta manera  un problema que tiene solución.

La personalidad se puede cambiar, es en realidad lo más maleable que existe, tanto como la propia estructura del cerebro, del cual depende. Y si las experiencias positivas o negativas han sido capaces a lo largo de la vida de moldearla en sus habilidades o defectos, con un entrenamiento y habilitación adecuados, porque no vamos a ser capaces de cambiar aquello que no nos gusta de nosotros, aquello que nos molesta y molesta a los demás, aquello que nos está impidiendo llevar una vida familiar, social o laboral correcta. En definitiva ser más felices y hacer más felices a los que nos rodean. Aunque para ello debemos primero saber en que queremos cambiar y sobretodo pensar y creer que es posible cambiar.