lunes, 25 de enero de 2010

LA SOMBRA


Cuando llamo a esa puerta me abre una sombra, la sombra se inclina y yo la saludo,
Me doy media vuelta y huyo, ella me llama y siento su aliento,
Yo sigo adelante sin volver la vista atrás, ella se enfada y grita de rabia,
Yo me tapo los oídos y miro al frente, la sombra impotente suplica y llora,
En cambio yo río pero río de pena, por no poder mirarla a la cara y quedarme con ella,
Ella cierra la puerta y tras ella se queda, se queda sola y triste pero serena,
Yo sigo mi camino, la vida me llama, la vida me espera,
La sombra queda allí encerrada, pero atenta al camino,
para derramar sus penas sobre el próximo peregrino.

lunes, 18 de enero de 2010

CONTROL CONTROLADO


Hay muchas formas de control o muchas maneras de poner en práctica el control. Una de ellas es el controlar o tener bajo control todas las tareas u operaciones de nuestro trabajo, nada se nos escapa, todo está bien atado y funciona como un reloj. De igual manera tenemos bajo control a todos los empleados a nuestro cargo, claro está, sólo en lo que se refiere a cuestiones laborales. Este control nos hace ser más eficaces en nuestro trabajo y desarrollar mucho más, controlando de forma inteligente el tiempo que empleamos y dejando tiempo para otras aficiones necesarias también para nuestro correcto funcionamiento y salud mental. Este tipo de control de que hablamos, requiere como es natural, una buena dosis de activación y alerta por parte de nuestro sistema nervioso, a la vez de atención y concentración, pero una vez terminada la jornada laboral decae y deja paso a la relajación.
Hay otro tipo de control que es casi automático e inconsciente y es más producto de un hábito o de la fuerza de la costumbre que de un esfuerzo intelectual. Son conexiones neuronales que de tanto ser repetidas sus mensajes son totalmente sugerentes. Este tipo de control es cotidiano, de andar por casa. Es ese que hace que incluso sentado en el sillón de tu casa y medio durmiendo seas capaz de controlar quien entra o quien sale por la forma de golpear la puerta. O quien va o quien viene por el sonido de sus pasos. Quien llama al timbre por su forma de hacerlo. Que hacen y quienes hay en cualquiera de las habitaciones, por los ruidos que provienen de ellas. Y hasta quien hace pipí, por la forma de subir la tapadera del wc y el ruido que hace el chorro, más intenso o menos, más o menos fuerte, más o menos largo, etc.
Este es un control totalmente relajado para el que no hace falta activación alguna, porque se trata de ir detectando señales muy familiares e irlas traduciendo en imágenes también familiares. No nos proporciona intranquilidad, sino más bien todo lo contrario pues es señal de que todo está en su sitio, todo continua igual y ello siempre es signo de seguridad, de hecho podemos quedarnos dormidos en compañía de todos estos sonidos cotidianos y hasta se podría decir que ayudan o facilitan el sueño.
Por último y entre otros, hay un tipo de control con el que si hay que llevarse cuidado y es aquel que quiere controlarlo todo y en todo momento, el control total, el control enfermizo que comporta el deseo de controlarlo todo, en casa y fuera de ella, en momentos de ocio y en el trabajo, en días laborables o en vacaciones.
En todo momento se necesita que todo esté bajo control, pues de no ser así nos sentimos ansiosos, inseguros, con la continua sensación de que algo malo sucederá, de que algo no saldrá bien y claro, este malestar no tiene fin, es un sin vivir, pues es imposible tenerlo todo controlado, por mucho esfuerzo que empleemos en ello nunca llegaremos a estar conformes pues siempre hay algo que se nos escapa y ese algo nos crea un estado de ansiedad que nos hace la vida imposible. Existe a la vez de la necesidad de control una gran carga de perfeccionismo.
Este tipo de control exige mucha energía, siempre estamos en alerta, en estado de activación, no habiendo descanso en ningún momento. Los momentos de relajación brillan por su ausencia.

lunes, 11 de enero de 2010

RECURSOS


A veces la vida se torna monótona, cansina y hasta aburrida. Es como si de pronto se perdiera la capacidad de disfrutar de ella, tal y como sucedía hasta entonces de forma normal, sin esfuerzo alguno. Y cuesta trabajo levantarse y enfrentar el día a día, y uno desea que llegue la noche, para cerrar los ojos y descansar, en una noche larga que a veces parece como si se deseara que fuese eterna.
Y esto pasa, sucede a nuestro alrededor, le sucede a nuestros amigos, a nuestros seres queridos y unas veces nos enteramos y otras nos pasa inadvertido.
Es por eso que debe ser la persona que lo sufre quien reaccione y se apoye firmemente en aquellos que más cercanos tiene, aquellos que a veces no valoramos, en aquellos recursos que posee, en ocasiones sin darse cuenta, en su familia y sus amigos, en su entorno más cercano, en sus costumbres más queridas y más cotidianas, en sus actividades agradables de siempre, de toda la vida, aquellas que a veces desprecias por la monotonía que conllevan, pero que sin duda alguna llenan tu vida y le dan sentido.
Es imprescindible valorar esas reuniones familiares, esas conversaciones, besos, juegos, abrazos de tus hijos. Esas risas, bromas, miradas de complicidad, paseos y hasta silencios de tu pareja. Los buenos y hasta los no tan buenos ratos con los amigos, discusiones, bromas, conversaciones con más o menos sentido, más o menos serias.
Todo ello es la mejor medicina para combatir esos momentos de flacidez, de desánimo, que normalmente son pasajeros, pero que si en vez de actuar utilizando, como he dicho, esos recursos que tenemos a mano, actuamos retirándonos de ellos, dándoles la espalda, buscando la tranquilidad, la paz, la soledad, refugiándonos en nosotros mismos, conseguiremos que esa situación anómala se enquiste y se apodere de nuestra voluntad hasta el punto de caer, sin darnos cuenta, en una depresión de la que ya costará más trabajo salir.