martes, 6 de octubre de 2009

UN CEREBRO EGOISTA


Si otras veces he resaltado la alta sofisticación, precisión, agilidad y capacidad de respuesta de que es capaz nuestro músculo más flexible, maleable y adaptable, como es el cerebro, el cual se pone como principal ejemplo de muestra de nuestra diferencia entre el ser humano y el animal. También es cierto que por otro lado, a su vez, es el que más nos acerca a ellos.
Y ello es debido, según mi opinión, a que ese cerebro tan sofisticado tiene un gran defecto, su egoísmo; un tremendo reflejo de supervivencia, de carácter automático que a veces es tremendamente ingrato y cruel, pero que ineludiblemente se pone en marcha ante ciertas situaciones que entrañan o pueden entrañar un peligro para la especie o para la integridad física o psíquica de la persona. Es como un programa informático totalmente desarraigado y alejado de la más mínima actitud solidaria y de piedad.
Este potente reflejo de supervivencia ya sabemos que está muy extendido entre los animales, que por no tener como herramienta de defensa el intelecto, su defensa se basa sobre todo en dicho instinto de supervivencia, aparte de otras capacidades como la fuerza, ferocidad, agilidad, etc. Lo que si es más extraño, a pesar de su capacidad intelectual, recurso del que no disponen los animales , es el encontrar este tipo de instinto o reflejo de forma manifiesta en el ser humano y siempre como recurso psicológico.
Ejemplo de ello es la capacidad ya numerosas veces demostrada de la mente para olvidar hechos que son inaceptables o dañinos para nuestro propio equilibrio emocional. Recuerdos dolorosos que han sido borrados de la memoria, y rellenados más tarde poco a poco con otros totalmente falsos pero aceptables para cubrir esa secuencia incompleta.
O, que pensar de la capacidad mental que posee el ser humano y aquí me permito poner “humano” entre comillas, para adaptarse y tragarse sin la más mínima indigestión escenas de sufrimiento, crueldad, humillación y agresividad, en televisión ó en vivo y en directo tal como hoy en día es casi normal y cotidiano encontrarse en la calle, sin la más pequeña excitación o alteración del pulso. Nuestro cerebro sofisticado no permite que suframos y pone en marcha su poder de adaptación, se insensibiliza ante esos estímulos por pura saturación.
Y no hablemos del Medio Ambiente, de nuestro planeta, del que mucho se cacarea, muchas leyes se sacan para defenderlo y muchos colectivos lo abanderan, pero la verdad es que no dejamos de agredirlo. Parece que no somos capaces de crear leyes con sentido de la distancia, del tiempo. Hay un instinto que no nos deja ver más allá de dos ó como mucho tres generaciones. Es como si todo lo que tuviera que ver con ese periodo que se extiende desde nuestros nietos hacía adelante, ese futuro distante no nos preocupara para nada, y aunque se habla mucho de ello, en el fondo no cuenta para los hechos, sólo para frases que impacten, que enamoren al público, brindis al sol.
Y por ultimo lo más sangrante, sorprendente e hipócrita a la vez que cruel. Tanto que no sé que recóndito y negro escondrijo de nuestra alma humana vomitará ese ingrato mecanismo de defensa a nivel psicológico que nos hace permanecer impasibles durante años y años, viviendo en la más vergonzosa opulencia sin ser capaces de acabar con la lacra del hambre en el mundo.
Y sin embargo no nos retorcemos cada día de horror, dolor y sentimiento. Según la FAO, todos hemos podido oír la noticia de que hay aproximadamente 1000 millones de de personas que pasan hambre en el mundo. Y lo que es más penoso todavía, que cinco millones de niños mueren de hambre anualmente por causa de la desnutrición y esto en una época azotada por el terrible problema de la obesidad infantil, tiene gracia.

6 comentarios:

Belén dijo...

Siempre me viene a la cabeza si alguna vez sabremos a donde estamos llegando con todo este sistema dedinero, crueldad y riqueza, pero solo para unos...

Besicos

Jordicine dijo...

El cerebro es más listo que nosotros; y nos pasa factura. Hay que intentar engañarlo... siempre que sea posible. Un abrazo.

Castigadora dijo...

Dicen que las personas se acostumbran a todo. Yo creo que nuestro cerebro se acostumbra a gestionar una serie de información, transformándola en simples números, alejándolo de la realidad, transformándolos en la distancia, sin rostro, sin que seamos capaces de asimilar la información en todo su contexto.
No es un cerebro egoista, es un cerebro abarrotado y que se deja arrastrar para evitar tener que pensar en las maldades del mundo. ¿Quién podría pararse a pensar realmente en todo eso? La supervivencia del ser humano hace que olvidemos más rápido y despiadadamente de lo que el corazón le gustaría

Un saludo

diego dijo...

¡Puf, cuántos temas interesantes tocas, Tetealca! Uno de ellos, el de la falta de previsión con relación al medio ambiente. Yo creo que, en vez de blindar el agua, tó pa mí, tó pa mí, los estatutos de las autonomías deberían incluir la obligación de reforestar los terrenos abandonados, tan abundantes en nuestro país. Pero claro, eso no da votos ¿qué más da lo que pase dentro de 50 años? Los cerebros fríos de los políticos sólo piensan en que no les despeguen del culo sus poltronas. Y si hay millones de gentes que pasan hambre en el mundo... que coman ¡Qué lastimica!

eclipse de luna dijo...

Cuanta razon tienes!!! el otro dia por ejemplo vi una manifestacion de ganaderos y tiraban miles de litros de leche..lo primero que pense fue en esos niños que mueren de hambre y nosotros aqui a cada manifestacion tirando toneladas de alimentos y miles de litros de leche..que injusticia no?
Un besito y una estrella.
Mar

tetealca dijo...

Belén: El tiempo nos lo dirá.
Un abrazo.

jordicine: Así, nos engañamos a nosotros mismos.
Un abrazo.

Castigadora: Puede que lleves razón Casti.
Un beso.

Diego: De esto tu sabes más que yo, Diego.
Un abrazo.

mar: Seguro que si, es una total injusticia.
Un beso.
Gracias a todos por visitar mi castillo.