“Como echo de
menos la época en que me sentía vencejo. Ansío su libertad, su gracia, su
planear decidido, su alegre chillido.
Sin
embargo ahora sólo soy capaz de recordar y retener en la memoria su cara
triste, su huida al atardecer”
Recuerdo los atardeceres en primavera, cuando
el cielo se plagaba de vencejos, allí sentado placidamente en la terraza de mi
casa, en el pueblo, al que suelo ir muy a menudo, me sentía pletórico, lleno de
vida, feliz por poder disfrutar de ese sencillo panorama.
Por entonces disfrutaba al ver a los
vencejos dar vueltas y vueltas incansablemente alrededor de la terraza, pasaban
por delante de donde yo estaba sentado planeando casi rozando los tejados y
desaparecían para volver de nuevo a los pocos segundos y así daban vueltas y
vueltas girando siempre en circulo. Me encantaba ver como al pasar por delante
de mi chillaban como locos de
contentos. Ahora recuerdo que pensaba que se asemejaban a niños cuando dando
vueltas en el “Babi Mariloli” en la
feria, cada vez que pasaban por delante de los padres, gritaban y saludaban
contentos con gran jolgorio.
Los vencejos siempre me hacían
pensar en la suerte que tenía al poder contemplarlos, en lo bello y grandioso
de poder vivir la vida, en la cantidad de pequeñas grandes cosas que teníamos el privilegio de
poder percibir y disfrutar, de ver, de oler y de sentir. Me sentía feliz por
estar vivo y poder disfrutar de la vida y me quedaba horas y horas contemplando
a los vencejos.
Y sin embargo ahora todo es muy distinto, no
entiendo porqué. Esa misma escena me parece deprimente. Ahora cuando subo a la
terraza y me siento en mi vieja mecedora como
entonces, esta misma tarde he estado allí sentado intentando disfrutar de nuevo
de la primavera, y los vencejos me parecen gilipollas dando vueltas y
vueltas, que sentido tiene, no entiendo
como vienen de tan lejos, de África, para dar vueltas a una terraza horas y
horas. Pienso que deben de ser muy simples, como autómatas, pasan la vida
haciendo círculos sin saber porqué, gritando como posesos en su desesperación y
su tontuna. Me dan mucha pena y me pregunto ¿a donde irán cuando anochece?, todo queda en silencio de pronto. Supongo que dormirán sin ser conscientes de ello y
soñaran con dar la vuelta más rápida e inútil de su vida. Y al día siguiente
otra vez a dar vueltas sin saber que han hecho al llegar la noche ni con que
han soñado, simplemente dan vueltas a mi terraza. Ahora, no aguanto estar en la
terraza, poco a poco me embarga una sensación de angustia, de vacío.
4 comentarios:
Tetealca, los vencejos son los primeros pájaros que aprendí a reconocer en mi niñez tangerina. Me siguen admirando, por su alegría y porque llegan con el buen tiempo. No les tomes manía, anda :) Te diré dónde pasan la noche: ¡volando! Sí, al anochecer ascienden hasta unos 2.500 metros de altura y allí duermen sin dejar de volar. De hecho, sus cortas patas no les permitirían levantarse del suelo si se posasen en él. A menudo los he visto elevarse en las tardes caravaqueñas, alto, muy alto, e incluso ser perseguidos por un halcón. Los halcones los cazan, los arrancan la cabeza y se comen solo los sesos, pero esa es otra historia. Hay gente pa tó :) Me alegra verte por aquí, paisano.
Y a mí, me parece que esta foto salió un poco turbia: no se ven bien los vencejos; se impone un cambio de gafas, tetealca.
O por lo menos, limpiar los cristales.
Luego bajar de la azotea, salir a la calle o repasar alguna receta de cocina ;)
Abrazo y sonrisa. :))
PS Y hazle caso a Diego: él sabe mucho de pájaros. ;)
Gracias por vuestros comentarios, veo que estas puesto en vencejos y es muy interesante.
No les tengo manía. A mi tambien me gustan y me dan alegría, tal vez sea por la epoca del año en que aparecen.
Este pequeño texto es parte de otro mayor que va sobre una persona con depresión. Cosas de psicologos.
LLevas razón en lo de la foto Framboise.
;) Veo que has cambiado tu forma de ver los vencejos.
Y me alegro: estos son más... alegres (y valga la redundancia).
Un abrazo con sonrisa.
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