
A veces alargo mis brazos y pasándolos por delante de mi pecho, los cruzo y me abrazo fuerte. Parece mentira, pero esto me hace sentirme bien. Es, en parte, como un acto reflejo porque comienza de improviso y sin intención alguna, pero también, en parte y a la vez, es un acto consciente, porque se alarga en el tiempo exprimiendo al máximo ese preciado momento.
Esto, ese abrazo al que me refiero, me hace sentirme bien, porque de alguna manera viene a decirme que me quiero, que estoy conforme con el hacer de mi vida, claro está, en general, pues siempre hay algún pero.
Y ese abrazo es tan sincero y real, que hace que se me salten las lágrimas, pues es un reconocimiento, sí, porqué no decirlo, a una labor bien hecha.
A veces hablo conmigo mismo, y aquello que oigo no me desagrada, son palabras reconfortantes, palabras de aliento. Son palabras cariñosas, palabras de afecto. Y esas palabras son bálsamo que tranquiliza el alma absorbe su néctar y penetra en la mente regándola de gotas de seguridad y paz.
A veces hablo conmigo mismo y no me insulto, porque hay ocasiones en que nuestras propias palabras nos hacen daño, rebotan en nuestra mente y se clavan en el corazón. A veces hay palabras con espinas que cuestan tragarlas y cuestan digerirlas.
Pero ese no es el caso, mis palabras, mis autodialogos son amigos, me dicen aquello que necesito oír y callan aquello que me hace daño. Son palabras de apoyo, que favorecen mis proyectos, valoran mis virtudes y aceptan mis errores.
A veces me observo de reojo en el espejo y aquello que este refleja no me desagrada ni me disgusta, ello hace que me mire más ampliamente aunque con recelo y como no busco la belleza virtuosa ni el cuerpo diez, sino el rostro armónico y relajado, los ojos sinceros, la cara amable y cordial y la frente alta, pues lo que allí en el espejo veo plasmado me anima y vivifica y hace que sienta que tengo todo lo que necesito y no debo de pedir más, pues no todo el mundo puede mirar a los ojos a un espejo, mirarle directamente a los ojos y sentirse bien después.
Claro, que quizás para ello hay que entrenar la vista y la mente primero y mirar mucho hacia atrás, mirar a la cara a aquellos que aún no siendo afortunados ni agraciados, se sienten útiles y valiosos y disfrutan de la vida a tope siendo felices con su existencia tal y como son.