martes, 17 de noviembre de 2009

EDUCAR EN BAJA RESISTENCIA A LA FRUSTRACIÓN


Frustración, una palabra que como muchas otras no tiene hoy en día muy buen cartel: Ansiedad, Dolor, Preocupación, Miedo, etc...
Sin embargo todas ellas son, han sido y serán, en su justa medida, parte de un arsenal de sofisticados mecanismos de defensa que automáticamente se ponen en marcha espoleados por un estímulo, una sensación, una situación o un pensamiento y mantenidos por una huella neuronal sistemáticamente reforzada por una respuesta eficaz en la mayor parte de las ocasiones.
La ansiedad nos prepara para la acción, el dolor nos avisa sobre un posible problema físico o enfermedad, la preocupación nos insta a prepararnos mejor ante una situación problemática, por ejemplo, los exámenes y el miedo, nos hace ser más cautos, sobre todo en la niñez.
El problema con estas palabras, como decía, viene cuando estas respuestas del organismo son excesivas, se dan muy a menudo, o aparecen cuando no hay estímulo provocador.
En estos casos suele suceder que el nivel de respuesta se altera y estos mecanismos pierden su funcionalidad.
Cuando estas respuestas del organismo, son interpretadas como negativas y se convierten en objeto de continua y sistemática evitación, generalmente baja nuestra resistencia a ellas y la más mínima ansiedad nos molesta, cualquier preocupación es vivida con alarma, el mínimo dolor nos desespera y nos angustia tremendamente el miedo. Esto hace que el nivel de exposición a ellas baje considerablemente debido al aumento de la puesta en marcha de la conducta de evitación provocando que en las siguientes e inevitables ocasiones en que no se pueda evitar, el sufrimiento sea mayor e incluso vivenciado como insoportable, terminando por hacernos más vulnerables y convirtiendo un mecanismo de defensa en un enemigo traidor.
Hoy en día, creo que equivocadamente, los padres educamos casi exclusivamente con el objetivo de evitar el sufrimiento, las preocupaciones, el dolor o el miedo a nuestros hijos, y claro está y no es la primera vez que lo digo, con ello estamos logrando extender la cultura del mínimo esfuerzo, de la protección excesiva, del “esto quiero, aquí y ahora” del “valgo según tengo o poseo”, del “sino tengo lo que quiero no merece la pena vivir”, en definitiva creo que los estamos educando más vulnerables, en general.
Por ello una palabra como FRUSTRACION, que es consecuencia de que algo no nos ha salido bien o algo no hemos conseguido o de que debemos de aplazar por un tiempo un premio un regalo o algo que deseamos, y que debería de motivarnos a volver a intentarlo, a perfeccionar una actuación, a aprender de los errores, etc. Se ha convertido en una situación anómala hoy en día, casi en una nueva patología que se deja ver en la niñez y si no se corrige continúa hasta la edad adulta produciendo conflictos personales y sociales.
Todos hemos sido testigos en numerosas ocasiones de la explosiva respuesta de frustración tanto en niños como en adultos: desesperación, sensación de desdicha, de injusticia, de no poder soportarlo, acompañado de una fuerte reacción agresiva o rabieta hacia personas o cosas y una potente y automática activación del sistema nervioso autónomo.
Hay una creencia muy extendida en las últimas generaciones de padres “todo lo que yo no he disfrutado, lo tiene que disfrutar mi hijo”, o “lo que yo he sufrido no permitiré que lo sufra mi hijo”, y dado que, las creencias, orientan y condicionan nuestra conducta, y esas mismas creencias, en la mayor parte de las ocasiones, están detrás de esa forma de educar proteccionista que a la larga provoca en nuestros hijos una baja resistencia a la frustración, que paradójicamente les hará sufrir mas de la cuenta, haciéndoles más vulnerables.

4 comentarios:

Belén dijo...

Estamos en la sociedad del placer, querido... aquí todo lo que huela a sufrimiento lo erradicamos con pastillas, burbujas etc...

Besicos

Jordicine dijo...

Estoy completamente de acuerdo contigo, para variar. Ja ja ja. Mi hijo juega al fútbol desde este año. Da pena ver como algunos padres quieren que sus hijos sean el jugador que ellos no pudieron ser. Los presionan a ellos, a los entrenadores, a los árbitros... a todo el mundo. Es una muestra de cómo es nuestra sociedad enferma. Un abrazo, Tetealca.

diego dijo...

El problema es sobrepasar la justa medida. Es bueno tener algo de ansiedad, de preocupación ,de miedo. Lo malo es cuando se superan los límites razonables. En cuanto a la frustración, como dices, se puede producir porque alguien nos ha inculcado que somos lo mejorcico que existe en tal o cual cosa, y eso no es verdad. Saber aceptarse cada uno con sus limitaciones es tan difícil.... y tan útil.

eclipse de luna dijo...

Creo que la sobreproteccion los hace mas vulnerables y menos fuertes ante las adversidades...
Totalmente de acuerdo contigo.
Un besito y una estrella.
Mar