martes, 13 de enero de 2009

MIRAR LA NIEVE CAER


Tu mente se aleja, se adentra en la calma; tu cuerpo se deja llevar, por la blancura y pureza de tu alma, al mirar la nieve caer.


Una habitación acogedora, una amplia ventana, un día especialmente gris, la nieve cayendo lenta y pausadamente, posándose con gracia en todo lo que encuentra a su paso en su vertiginosa caída hacia el suelo. Se posa en los tejados, en las antenas de televisión, en las chimeneas, sobre los coches. Se posa en las ramas y hojas de los árboles, en las plantas, en los arbustos, sobre las piedras del suelo y sobretodo, en el suelo. Y reposa de tal manera después de su largo viaje, que da pena el pisarla, ensuciarla, deshacerla.

Y un día de nieve, una situación como la anteriormente descrita le da a uno por pensar, por pensar en la vida, en la naturaleza, en las montañas, los ríos, los acantilados, el cielo o el universo. Siempre da por pensar en algo grande, majestuoso, espectacular y hermoso, en algo que podríamos disfrutar si nos lo propusiéramos, pero que no lo hacemos, o no lo hacemos lo suficiente. Por eso, esa escena que vemos por la ventana, de la nieve cayendo con ese equilibrio, esplendor y fuerza, nos hace pensar en todo ello, nos hace desear disfrutar de otras fuerzas vivas de la naturaleza que de una forma u otra siempre nos sorprenden.

Cuando me quedo mirando caer la nieve, no puedo pensar en cosas pequeñas, como las rebajas, la hipoteca, si a Papa Noel le habrá afectado la crisis, o si irá vestida según el protocolo la ministra de defensa en este u otro acto.

Cuando vemos caer la nieve plácidamente nos planteamos temas más profundos, nos preguntamos de donde viene y a donde va, nos preguntamos como es que la naturaleza es tan sabia y como todo parece que tiene un orden, un equilibrio perfecto; sobre que todo tiene un principio y un final, y así debe ser, y solo la madre naturaleza lo sabe; sobre que todo parece que esté controlado, y digo parece porque cuando la naturaleza se descontrola, es sin duda, lo más fuerte y destructor que existe. Un poder de destrucción infinito, e infinitamente ciego, instintivo y maquinal, es simplemente una fuerza bruta desatada que sólo el tiempo hará que se vuelva a someter.

Pero no es eso lo que pensamos cuando miramos la nieve caer a través de la ventana. Pensamos en la belleza de la nieve cayendo y nos gustaría que estuviera días y días y semanas cayendo y posándose sobre todo lo que encuentra a su paso, para así, poder seguir admirando el espectáculo, sin pensar en que esa misma situación o paisaje tan bucólico y sereno que imaginamos, a la vez podría conllevar grandes desgracias por la acumulación de nieve.

Es cierto que la maldad y la bondad, que lo bello y lo horrible, que la felicidad y la desgracia, a veces andan cogidas de la mano y se encuentran a menudo más juntas de lo que nos gustaría. Pero así es la vida, tiene esos contrastes y así tenemos que aceptarla.

Aunque tengo que admitir que, por lo que a mi respecta, siempre, los pensamientos que me vienen a la mente cuando veo la nieve caer, son pensamientos bellos, positivos, son pensamientos que me trasmiten tranquilidad y paz. No son pensamientos de desastres, de caminos y carreteras cortadas, de techos derrumbados y de sonidos de sirenas de salvamento sonando. Son pensamientos de niños jugando tirándose bolas de nieve, de muñecos de nieve en el patio de la escuela y de pueblos blancos. Si hay que admitir que por el contrario, hay personas que sólo pueden pensar en negativo y el ver la nieve caer a través de la ventana, únicamente le trae presagios de desastres, presagios que le envuelven en un manto de ansiedad y angustia que no les deja disfrutar del espectáculo gratuito de ver la nieve caer.

Los pensamientos negativos, ya me los recuerda la televisión en sus noticieros, mientras tanto hay que disfrutar.

A mi, el ver la nieve caer a través de una amplia ventana, me trae otros pensamientos, que ya he mencionado y así quiero que siga ocurriendo en adelante.

5 comentarios:

eclipse de luna dijo...

A mi me inspira tranquilidad, armonia al verla caer, la mas bella de las sinfonias y su pureza blanca, mucha paz...
Un besito y una estrella.
Mar

ZOLDAR dijo...

Pues yo uniría este artículo con el del fuego y te diría que a mí lo que me gusta (pero no tengo lugar para hacerlo) es ver caer la nieve tras una gran ventana mientras escucho música, o mientras leo un buen libro. Me encanta, me relaja, me hace sentir bien.

Jordicine dijo...

Estoy de acuerdo contigo. Mirar la nieve tranquiliza. Pero, como dice Zoldar, ver el fuego -controlado-, también. Un abrazo.

diego dijo...

Me identifico plenamente con lo que dices, Tetealca. Y creo que sé por qué la nieve produce tanta calma, tanto sosiego, tanta paz: porque es blanca y no hace ruido al caer. O a lo mejor no es por eso... Un abrazo.

tetealca dijo...

mar:Que bien lo explicas!!
La verdad es que creo que hay unanimidad en los sentimientos que nos evoca a todos el ver la nieve caer.
Un abrazo.

Zoldar: O, ver la nieve caer tras una gran ventana, mientras escuchas música, y lees un libro, junto a la lumbre.
Creo que se puede disfrutar de todo a la vez. Es un lujo.
Un abrazo.

jordicine:Si, creo que son dos fenomenos que son capaces de ipnotizarnos.
Un saludo Jordi.

Diego: Si Diego, por eso y por muchas cosas más.
Pienso que tiene que ver con su naturaleza, son naturales y ascentrales, nos da seguridad, va en nuestros genes.
Un abrazo.