lunes, 6 de octubre de 2008

LA FELICIDAD


En este preciso momento, soy el hombre
más feliz del mundo: me encuentro en el
porche de mi casa oyendo la lluvia caer
y disfrutando de ese olor a ozono que
se desprende al abrazarse la lluvia y la
tierra, de un magnifico día gris oscuro,
leyendo plácidamente un libro que quizás
no pueda terminar y esperando que amanezca
un nuevo día que me llevará a un aséptico,
relucido, flamante e impersonal quirófano a
someterme a una operación a vida o muerte de un
tumor en el cerebro, de la cual no sé si saldré con vida.



Aristóteles dijo, entre otras muchas cosas, y siempre muy acertadamente: “La felicidad depende de uno mismo”.

Y es cierto, si uno desea ser feliz debe de ponerse manos a la obra. Y quizás eso supondrá un cambio de vida, de costumbres, un cambio en nuestro proyecto de vida, o sea, adecuar ese proyecto de vida a nuestros intereses, intereses estos que subjetivamente nos acerquen a nuestra idea de felicidad.

Pero no sólo con eso vale, nunca podremos ser felices si a la vez no lo son los que se encuentran a nuestro alrededor.

¿Cómo se puede ser feliz si nuestros hijos, pareja, padres, etc. son infelices, y lo sabemos?, ellos nos impelerán a sufrir y a ayudarles en lo posible. Y esto, inexorablemente reducirá nuestra sensación de felicidad y hará fracasar nuestro objetivo de obtener ese estatus que anhelamos de felicidad.

El problema es que la red de implicados se va ampliando, porque nuestros seres más queridos a su vez tienen otros allegados, que a su vez tendrá problemas que les harán infelices. Y así sucesivamente; al parecer, el asunto de la felicidad se va complicando cada vez más.

Además hay personas que se empeñan en ver problemas donde no los hay, complicando así aún más la felicidad propia y la de sus seres queridos.

Los humanos venimos al mundo equipados para anticipar consecuencias negativas de nuestro entorno, para nosotros o nuestros seres queridos, como mecanismo de defensa, y esto que en principio es positivo, puede llegar a complicarnos. Esto hace que seamos por naturaleza cautos y desconfiados y que tendamos a preocuparnos cuando percibimos en el entorno cualquier posible atisbo de amenaza. Pero de eso, a estar siempre preocupados por todo, hay una importante diferencia que condicionará sin lugar a dudas nuestra felicidad. Que el mínimo cambio o el más ínfimo atisbo de amenaza nos ponga en guardia y nos mantenga en alerta con la consiguiente activación del sistema nervioso autónomo, eso es claramente excesivo. Hablamos de las problemáticas anticipaciones negativas, que tanto daño pueden llegar a hacernos.

Parece ser que la felicidad depende de uno mismo, tal como decía Aristóteles, pero a su vez es algo difícil de conseguir si la queremos ver, tocar o la hacemos depender del tener, poseer, aquí y ahora. Esa felicidad no existe; la verdadera felicidad es una percepción, depende de cómo percibamos nosotros la realidad, de cómo la interpretemos. Esto, facilita el que un niño del Sahara pueda ser feliz con una simple botella de agua y nos ayuda a comprender el porqué una persona que aparentemente lo tiene todo, grandes riquezas, cómodas y lujosas casas, coches potentes y finas y elegantes ropas y joyas, sea y admita ser absolutamente infeliz.

Y en cierto modo es justo que sea así, si la felicidad dependiera de las posesiones, nadie sería feliz porque nadie lo puede tener todo. La felicidad debemos buscarla cada uno seguramente en nuestro interior.

2 comentarios:

Meri dijo...

Hay quien dice que el ser humano es pesimista por naturaleza.
Sin embargo individualmente tenemos la obligación de ser felices ya que nadie nos va a regalar otra vida que no nos preocupemos tanto por aquellas minucias que se resolvieron solas, para no desperdiciar tardes de domingos amargados pensando en la llegada del lunes, para hacer aquello que nunca nos atrevimos.
Absolutamente nadie se va a preocupar ni se va a hacer responsable porque estemos infelices en un momento puntual, asi que es obligación de sobreponerse a los problemas y a tener una actitud positiva ante la vida. Es cierto que nos preocupamos por nuestros seres queridos, pero los sentimientos de tristeza e infelicidad solo los vive quien los siente en sus carnes, los demas solo escuchan un poco y despues siguen con sus cosas.
Ser feliz poner fuerza de voluntad a obligarse a ver los aspectos positivos de la vida. Lo que pasa es que somos perezosos y nos dejamos envolver por la apatia y la tristeza con facilidad.

Gracias por pasar por mi casa! ;)

tetealca dijo...

Meri: perdona, no vi esta entrada de día 18, si vi la otra.
Creo que cada uno somos responsables de ser felices y hacer felices a los de nuestro alrededor. Pero también creo que hay mucha gente dispuesta a hacer felices a otros. Ha hacernos felices.

Un abrazo chillao.